La experiencia nos enseña que uno de los momentos más comunes en los que buscamos de Dios son los momentos de enfermedad. Las etapas de mayor vulnerabilidad del ser humano tienden a ser espacio fecundo para el encuentro con Dios.
Sin embargo, cuando sanamos y estamos nuevamente en control de nuestra vida, muchos volvemos a alejarnos de Dios. Pero el corazón del hombre y la mujer que se reconoce pecador vive una búsqueda constante de Dios. Jesús ama estar en medio de aquellos que quieren estar junto a él porque le necesitan.
Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba. Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?". Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". Marcos 2,13-17
La iglesia, muchas veces se ha convertido en un club para aquellos que se creen sanos. Cuando eso sucede, seguramente Jesús no se sentirá muy cómodo en medio nuestro. El reconocimiento de nuestra condición pecadora permanente nos hace dependientes de Dios y conscientes del vínculo que nos une a nuestro prójimo; todos somos pecadores.
“No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Esta es la respuesta que desafía los códigos de membresía de nuestras iglesias, que desafía las doctrinas de participación de los sacramentos, que nos hace reflexionar sobre cuán cómodo se sentiría Jesús si lo invitaremos a nuestra iglesia o a nuestra casa.
Preguntas para cultivar la palabra:
¿Cómo te sentirás si Jesús te viera en la intimidad de tu hogar?
¿Cómo te hace sentir estar entre personas que consideras pecadores?
¿Qué puedes hacer para demostrar el carácter inclusivo de Jesús en tu casa, tu trabajo o tu iglesia?
Oremos: Señor, te damos gracias por tu obstinación de estar con nosotros, de entrar a la intimidad de los espacios en los que no podemos ocultar nuestro pecado. Gracias por defendernos frente a los que vociferan de santidad y nos excluyen de sus espacios. Gracias porque prefieres sentarte a la mesa de nuestra pobreza interior a compartir nuestro pan, muchas veces amargo. Enséñanos a ser inclusivos como tú y a permanecer con un espíritu humilde que atraiga tu presencia.
*Colaboración para Momento Sagrado, 15 de enero de 2022.
¡Gracias por su vista!