Cuando mi hijo era pequeño le encantaba ir a casa de mis padres. Nos partía el corazón verlo virarse en su asientito del carro a mirar por el espejo trasero y decirle adiós llorando, porque no quería regresar con nosotros.
No me cabe duda que para él la casa de mis padres era un lugar donde solo encontraba amor, donde él era el centro de todas las atenciones, donde se le cuidaba, se le protegía, y se le enseñaba; un lugar de provisión para todas sus necesidades. Recuerdo que fue en casa de mis padres que dio sus primeros pasos agarrado de las paredes hasta que por fin se atrevió a soltarse.
Eso debe ser para nosotros la casa del Padre. Pero la Casa del Padre es mucho más que un lugar físico. La casa del Padre es el corazón de Dios, a donde todos podemos ir cuando estamos heridos, indefensos, enfermos y necesitados.
A veces las personas nos creemos administradores de la Casa del Padre y le aplicamos los criterios del mundo a lo que pertenece al Reino de los cielos. Eso era lo que pasaba en tiempos del segundo templo en Jerusalén, los administradores del templo corrompieron el templo.
El tipo de corrupción que se encontró Jesús en el templo tuvo que ver con el apego al dinero. La gente y el beneficio de las personas, que son el centro del proyecto de Dios habían perdido importancia, lo más importante era el dinero.
“y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.“Jn 2:14-16
Si la casa del padre se ha vuelto corrupta ¿a dónde van a ir los hijos cuando están descarriados, enfermos o necesitados?
La casa del padre es lugar de refugio y sanidad para los seres humanos.
La casa del padre es donde se va a buscar el pan de la enseñanza y el pan que alimenta nuestro espíritu.
La casa del padre es el lugar a donde se va cuando tenemos problemas, cuando necesitamos refugio y seguridad.
La casa del Padre se había convertido en una casa excluyente, donde no podía entrar el que no tuviera dinero, donde no podía entrar el que estuviera enfermo o el extranjero y donde las mujeres eran segregadas y no podían entrar en su periodo de menstruación.
La casa del padre es adonde usted quiere y puede regresar, aunque se haya extraviado.
La casa del Padre es nuestro lugar de referencia, es el lugar de encuentro. Nuestra casa familiar es el lugar adonde vamos los días de fiesta, los días de cumpleaños y navidad; es donde se sanan las heridas de la familia, es donde se lloran las pérdidas y se celebran los nacimientos.
Si hay que pagar para poder entrar y si hay que estar sano para poder entrar entonces su razón de ser ya no existe.
¿Qué hicimos durante los meses de cuarentena en los que no pudimos venir al templo? ¿nos quedamos sin Dios? ¿Dios se hizo inaccesible a nosotros? NO.
Si nuestra religión es religión del templo, cuando no hay templo Dios no está. Si nuestra fe está basada en Cristo, donde está el Espíritu de Jesús ahí está Dios.
Siempre es un buen momento para regresar a la casa del Padre, porque Jesús se ha hecho lugar de adoración; porque si nos acercamos a Jesús nos acercamos al lugar de restauración y de sanidad. Que nuestros templos se conviertan en casa del Padre, en ese corazón de Dios accesible a todos. Que nuestros recursos económicos, materiales y espirituales se pongan a la disposición de aquellos y aquellas que necesitan regresar a la casa del Padre; para que cuando Jesús regrese no se enfurezca y nos diga: “ Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Mt 7:23
IvelisseValentínVera 
¡Gracias por su vista!