Algo que le produce mucha ansiedad a aquellos que practican la siembra aficionadamente y no conocen la semilla y el comportamiento de las plantas puede ser el no ver su crecimiento rápidamente. Cada semilla tiene sus características, algunas brotan de la tierra rápido y de manera vertical y otras tardan en brotar pero se van extendiendo bajo tierra.
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En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega». Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra». Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado. (Marcos 4:26-33)
Muchos de nosotros comenzamos entusiasmados a sembrar para el Reino pero sin el discipulado apropiado podemos tornarnos ansiosos y prejuiciados echando a perder el proceso natural de propagación de la Palabra para la transformación de la gente y la expansión del Reino de Dios. La carrera del Reino no es de velocidad, sino de resistencia.
La semilla se siembra en corazones en donde solo Dios tiene acceso. Nuestras expectativas pueden echar a perder el proceso empujando a la gente a responder de acuerdo a lo que nosotros esperamos. Nuestra función no es conocer la forma, ni cuándo veremos los resultados. Quien siembra para el Reino debe estar consciente que no es responsable del fruto y tampoco será recompensado por la cantidad de frutos que genere su esfuerzo.
De la misma manera que los árboles no excluyen quién comerá de su fruto o se refugia bajo sus ramas, así mismo el Reino de Dios es inclusivo y tiene espacio, provisión y protección para todos y todas.
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Nuestra responsabilidad es sembrar confiados de que el Reino florece echando ramas bajo las cuales todos encontramos sombra. De la misma manera que los árboles no excluyen quién comerá de su fruto o se refugia bajo sus ramas, así mismo el Reino de Dios es inclusivo y tiene espacio, provisión y protección para todos y todas.
Oremos: Padre y Madre Dios, permite que esta Palabra que nos revela las características de tu Reino cale en nuestros corazones para transformarnos en amor, misericordia y trabajo intencionado para crear espacios de acogida a todos lo que te buscan.
Colaboración para Momento Sagrado, Universidad del Sagrado Corazón, 27 de enero, 2023.

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