Después de la muerte de Jesús algunos de sus seguidores caminaban de regreso a su pueblo, frustrados y sin esperanza. Las cicatrices de la pérdida nublaban su visión de futuro y sus sentimientos le impedían darse cuenta que era Jesús quien caminaba y hablaba con ellos.
Aunque salir a caminar puede ser una señal de comenzar la normalización cuando hemos vivido un evento de crisis, en esta historia el regreso a su casa era más bien la resignación ante sus esperanzas frustradas. En ocasiones la resignación, la confusión y el dolor no nos permiten ver los eventos a nuestro alrededor en los que Dios está presente y obrando.
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Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo". Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto." Lucas 24:35-48
Responder al llamado del resucitado con alegría y convicción parece darse en etapas: (1) el momento de crisis, (2) el acompañamiento de otros y su testimonio de la buena noticia, (3)la experiencia personal. Los caminantes testificaban del encuentro con Jesús pero aun así cuando llegó donde los discípulos estos se llenaron de temor y de dudas. La duda parecen ser el preámbulo de una fe saludable cuando las manejamos apropiadamente.
La duda confronta nuestra incredulidad con la posibilidad.
La invitación de Jesús a ver y a tocar sus cicatrices es una experiencia radical. Emplear nuestros sentidos siempre ha sido importante para Jesús porque requiere proximidad. Jesús nos invita a verle y a tocarle, a estar cercanos a el. No es hasta que la experiencia se torna personal cuando podemos superar los temores y entregarnos a creer. Ya no se cree por lo que otros cuentan, nuestra fe ha madurado a causa de la experiencia con el Resucitado. Pero más aun, hemos tocado las marcas del sufrimiento de Dios.
En el testimonio de los apóstoles, la humanidad entera ha podido tocar las cicatrices del sufrimiento de Dios; porque nuestro Dios sufre por nosotros.
Dios pudo haber restaurado su imagen como en el principio de la creación, prístina y sin manchas. Sin embargo, quiso dejar impresas en su piel las huellas del sufrimiento humano, que son a su vez las huellas de su amor. Esas son las cicatrices que nos invitan a creer. Ese es el Dios íntimo y personal que se nos acerca en el Resucitado.
Que el encuentro con el resucitado y su bendición nos acompañé y transforme nuestras dudas, nuestros temores y nuestras frustraciones en gozo, en alabanzas y en una fe madura que salga a dar testimonio de las maravillas de Dios.
Preguntas para cultivar la palabra:
¿Cómo has manejado y ventilado tus dudas de fe?
¿Qué evento puedes recordar en el que hayas tenido una experiencia de intimidad con Dios que haya disipado tus dudas y temores?
¿Cómo puedes usar esa experiencia para ayudar a otros a conocer a Jesús?
Oremos: Señor, disipa mis dudas con la ternura de tu presencia. Permíteme ser de testimonio para que otros puedan llegar a ti.
*Colaboración para Momento Sagrado, 21 de abril 2022.

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