7 Palabras de Amor

Padre, perdónalos, por que no saben lo que hacen (Lc 23:34)
¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15:34)
Dr. José Luis Castro, facultad

Lo que llamamos comúnmente las 7 palabras son en realidad 7 expresiones, que Jesús, en su momento de mayor sufrimiento, nos dejó y hoy, más de 2,000 años después de su crucifixión, nos sigue cautivando conocer y entender su esencia y significado.

La primera de esas palabras está escrita en Lucas 23:34 y dice: Padre, perdónalos, por que no saben lo que hacen. Esta expresión, típicamente se ha interpretado como una expresión de amor.

Les invito a imaginarse ese momento histórico: Jesús crucificado, sediento, ensangrentado, adolorido, golpeado; y le pide al Dios Padre, que perdone a quien le han hecho mal, que perdone a quienes lo han golpeado sin piedad; y excusa ese maltrato añadiendo que quienes lo maltrataron no sabían lo que hacían. Esta primera palabra se usa típicamente para expresar el amor de Dios por nosotros, pues en la misma, nos habla de perdón, y el perdón es representativo del amor.

Hoy, en este honor que me ofrece la universidad de parame frente a ustedes, yo quiero pensar y reflexionar sobre algo que la Biblia no dice, pero en consideración a que Jesús era Dios, pero a la vez era hombre, o sea, que era un ser humano como ustedes y como yo; tengo que pensar que pudo haber tenido un sentimiento como el que hubiera tenido yo, o como lo hubiera tenido cada uno de ustedes. Supongo que Jesús, en ese momento, debió haber sentido coraje, dolor y frustración. Pienso que al igual que cualquier ser humano, hubiera habitado un pensamiento de venganza o desquite de lo que le ocurría, pues era un ser humano y los seres humanos somos así. Sé que lo digo suena raro y no es lo que típicamente pensamos de Jesús, pero es que quiero verlo como un ser humano, y así es la esencia humana. Parte de lo que es el trabajo de los profesionales de la conducta, implica analizar cómo se siente la gente, que sentimientos le albergan, y cómo canalizar adecuadamente esos sentimientos; ya que le decimos a la gente, que si no canalizan adecuadamente las emociones, es más difícil seguir adelante.

Volvamos al momento histórico, Jesús es un ser humano y debe estar experimentando una emoción y un sentimiento que no conocemos. Cuando uno trabaja con personas que su vida se está afectando, diversos sentimientos afloran, los sentimientos son poderosos, y no manejar las emociones adecuadamente, nos puede hacer mucho daño a nosotros y a quienes nos rodean. Es muy frecuente que los profesionales de ayuda, invitamos a la gente a expresarse, a hablar, a decir cómo se sienten, a relatar a otros/as esas emociones que resaltan, y a identificar las razones de por qué se sienten de esa forma. Está probado, que expresar emociones y decir lo que se siente, alivia y reconforta el alma.

Jesús sabía que había una misión que cumplir, y estaba dispuesto a enfrentarla. Muchos sentimientos de temor y de angustia; y muchos otros sentimientos que no sabemos, pero podemos suponer, pero su verbalización, su forma de canalizarlo, no fue de rencor, sino de clemencia y perdón a quienes le hicieron mal.

Jesús era hombre, por lo que tuvo sentimientos, tuvo emociones las cuales tenía que expresar. Evidentemente optó por reservarse los sentimientos de coraje y desquite, y prefirió verbalizar los de amor y perdón. Él sabía que solo así, con expresar sosiego, se puede seguir a próximas etapas o procesos. Ojalá nosotros aprendamos y apliquemos esta enseñanza, Si yo soy su discípulo, si yo lo sigo, no necesito vociferar corajes, quejas, venganzas y desquites; Si yo soy su discípulo, debo optar por expresiones y emociones de amor y de perdón. Que en el día a día nos recuerden por expresiones de apoyo, solidaridad y compasión, no por expresiones de venganza y desquite.       

La segunda palabra de Jesús de la cual reflexionaremos, aunque es la cuarta palabra expresada, nos la presenta tanto Mateo 27:46, como Marcos, 15:34. Ambos evangelistas coinciden en que Jesús expresa: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”.

¡Imaginemos ese momento y volvamos a pensar en emociones! Un hombre cansado, desgastado, golpeado, con múltiples heridas, casi sin respiración, nos comunica una emoción: el sentido de abandono. Estaba a punto de expirar, presumimos que desnudo, enfrentando burlas, con personas a su alrededor de los que hubiese esperado fueran a su rescate, pero a pesar de la cantidad de personas, pero no fue así. Supongo que, a pesar de la gran cantidad de gente que había, debe haber tenido un sentimiento de soledad profundo.

Resurge una vez más en mi mente el Jesús hombre, un ser humano, que está expuesto y vulnerable por buscar el cumplimiento de la palabra de Dios. Un hombre sacrificado como cordero inmolado, siendo partícipe de un juicio público, en cumplimiento de la palabra de Dios. Cuantas veces nosotros hemos sentido que hacemos lo correcto, que hacemos lo que hay que hacer, y lo que recibimos es rechazo, burla o incomprensión. Cuantas veces hacemos algo y cuando llegan los momentos difíciles, toda la gente a nuestro alrededor desaparece o peor aún, se quedan presentes, pero como espectadores.

Los invito a pensar en esa emoción que todos hemos experimentado. Abandonados, vejados, burlados, con gente que te dice, sí, vamos pa’lante, pero a la hora de la verdad, en el momento crítico, nos dejan solos y desaparecen. Todos lo hemos experimentado. Evidentemente Jesús experimentó esta misma emoción. Recordemos que, según el mismo evangelio según Mateo, nos relata que días antes Jesús entró triunfante a Jerusalén, y había mucha gente, y celebraban, y se alegraban, lo reconocían como el salvador. Pero 5 días después, ya no hay fiesta, ya no hay celebración, nadie lo defiende, nadie lucha por protegerlo.

Algunos de ustedes pensarán, pero Jose Luis no pretendas re-escribir la historia, es que tenía que pasar para que se cumpliera la palabra; ¿y saben que? yo lo sé…. Pero quiero seguir intentando entender cómo se siente un hombre que luego de 5 días de tanta euforia, alegría, de ser el portador de las buenas nuevas de la salvación, expresa sentirse abandonado, y no solo abandonado, es sentirse abandonado por el Dios-Padre.

Cuando algo difícil nos ocurre, las amistades y los profesionales de la conducta, nos invitan a confiar en Dios, nos invitan a orar, a poner las cosas en sus manos, a esperar en Dios. ¿Pero que ocurre si ese Dios en el que tengo que confiar, lo que me produce es sentimiento de abandono?

En el mundo de la conducta humana, hablamos de la perspectiva bio-psico-socio-espiritual. Esto se refiere a que a los seres humanos se le atiende en sus manifestaciones de la salud física, bienestar psicológico, sistemas de apoyo social y su espiritualidad, supongo que lo espiritual, es lo último en esta lista, ya que cuando la salud, lo psicológico y lo social, falla, el elemento espiritual permanece. Ese elemento es la última esperanza que le queda a los seres humanos, pues representa la última o única opción que nos queda ante un conflicto. Y es lo último o único, ya que se refiere a esa relación íntima, profunda y personal que tenemos con Dios, que es a quien a la larga acudimos en privacidad, en momentos de soledad, de tristeza y de sentido de abandono que experimentamos.

Pero este evangelio nos dice que eso también lo experimentó Jesús, ese ser a quien acudir para obtener fuerzas y esperanzas en nuestros momentos de mayor vulnerabilidad, sentía que también lo había abandonado. No hay trabajador social, consejero ni psicólogo que pueda modificar un sentimiento de abandono de Dios que pueda sentir un ser humano. Ese sentimiento solo se modifica con nuevas experiencias que permitan recobrar la fe.

En esta palabra, Jesús preguntó por qué del abandono, pero no creo que fuera esperando una respuesta, sino como una expresión humana. Esta cuarta palabra le crea conflicto a algunos teólogos, pues refleja abandono, soledad y desesperanza. Al leerla, pienso y me reafirmo, que quiero ver y entender al Jesús hombre, un ser humano, que al igual que yo, y al igual que cada uno de ustedes, en momentos de dificultad, su espíritu y su fe, se contrae y siente que Dios le ha abandonado. Solamente viendo a Jesús como ser humano, que ha vivido, sufrido y sentido desolación, es que puedo comprender que lo que nos ocurre a cada uno de nosotros, está en su perfecto orden.

Que está bien sentirme vulnerable, que está bien sentirme abandonado, que está bien sentir que no tengo escapatoria, por que también sé que Dios Padre, está en control y lo que experimentamos, por él y para él lo experimentamos.

Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lc 23:43)
Sr. Damian Mojica, estudiante

Para poder entender estas palabras de Jesús tenemos que conocer la historia completa. Jesús estaba crucificado entre dos ladrones. Me parece que ellos podrían ser amigos y que de alguna manera habían cometido sus delitos juntos. Sin embargo uno de ellos se mofa y no muestra respeto a Jesús ni arrepentimiento. Pero el otro demuestra que tiene interés en lo que Jesús ofrece. Muchos de nosotros tenemos interes en buscar de Dios, en creer y seguir a Jesús; pero algunas personas o algunos amigos tratan de convencernos de lo contrario. No te dejes convercer de vivir tu vida apartado de Dios. Jesús te promete que con tu arrepentimiento y al confesar que crees en él serás salvo y contarás siempre con su compañía.

¡Mujer, ahí tienes a tu hijo! [Luego dijo al discípulo] ¡Ahí tienes a tu madre! (Juan, 19: 26-27)
Sra. Elba Torres, administración

Cuando vió Jesus a su madre, y al discípulo a quien El amaba, que estaba presente, dijo a su madre: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Después dijo al discípulo: “He ahí a tu Madre” y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. 

En esta tercera palabra Jesus expresa su preocupación por su madre que se queda sola; se la confía a Juan que esta junto a ella al pie de la cruz. Expresa también su preocupación por la comunidad de discípulos que han quedado destruidos por la condena de su amigo.

Estas palabras del Mesías crucificado, al final de su vida terrena, dirigiéndose a su madre y al discípulo a quien amaba, establece relaciones nuevas de amor entre María y los cristianos. Las palabras de Jesús agonizante, en realidad, revelan que su principal intención no es confiar su madre a Juan, sino entregar el discípulo a María, asignándole una nueva misión materna.

Aunque en el designio de Dios la maternidad de María estaba destinada desde el inicio a extenderse a toda la humanidad, sólo en el Calvario, en virtud del sacrificio de Cristo, se manifiesta en su dimensión universal. Las palabras de Jesús: «He ahí a tu hijo», constituye a María madre de Juan y de todos los discípulos destinados a recibir el don de la gracia divina.

En esta opción del Señor se puede descubrir la preocupación de que esa maternidad no sea interpretada en sentido vago, sino que indique la intensa y personal relación de María con cada uno de los cristianos.

Ojalá que cada uno de nosotros, reconozcamos plenamente en ella a su madre, encomendándonos con confianza a su amor materno.

Tengo sed (Juan 19:28)
Consumado es (Jn 19:30)
En tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23:46)
Dra. Ivelisse Valentín Vera, Capellana

Antes de morir, Jesús dice “Tengo sed” (Juan 19:28). No era solo una extrema necesidad física provocada por la pérdida de sangre. En cierto sentido Jesús pone en nuestras manos calmar la sed de Dios. Cuántas veces nosotros hemos dicho como el Salmista: mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. Por eso Jesús se identifica con nosotros, cuando hemos tenido sed, cuando hemos estado sedientos de justicia, sedientos de amor, sedientos de paz. Pero ahora es Dios quien tiene sed y necesita de nosotros. Jesús nos necesita y en lugar de calmar su sed le hemos dado vino amargo, mezclado con mirra. En el mundo antiguo, esta mezcla servía como una droga, un sedante para atontarlo, para distraer su conciencia de la dura realidad que estaba viviendo. Pero más que la sed del cuerpo, Jesús tiene sed del alma, y esa, no la hemos podido saciar. Y con la esponja de vinagre Jesús ve cumplidas las profecías y puede entonces declarar cumplida su misión: Consumado es”.

A Jesús no le vasta con decirle al Padre: “ya terminé, aquí te entrego mi parte del acuerdo”, como una manera del librarse, de librarse de nosotros. Jesús ha llegado a la realización final de su misión. Lo hizo por amor a nosotros. En momentos parecía que no lo iba a lograr y hasta le pidió al Padre que lo librase, pero su amor por nosotros lo hizo permanecer fiel a su propósito. Y ahora ante el abismo, en la frontera entre la vida y la muerte, que a nosotros nos produce pánico; hasta el cielo se ha nublado, en plena luz del día. Porque hasta el Padre está de duelo. Y aquí frente al abismo, en la frontera con la muerte, Jesús decide lanzarse en las manos de Dios. Jesús decide lanzarse en las manos del Padre.

El dolor nos oculta el rostro de Dios, el dolor desfigura el rostro de Dios, el dolor se convierte en densa tiniebla que no nos permite sentir ni ver que Dios está. Hasta Jesús tuvo que lanzarse al vacío de la fe: “SIENTO QUE ME HAS ABANDONADO, PERO A LA MISMA VEZ, ME ENCOMIENDO A TI.”

¿Alguna vez le ha dicho a alguien: “me pongo en tus manos”?

Si hace memoria de alguna ocasión en la que haya dicho eso, tal vez recordará que en la mayoría de las veces han sido momentos difíciles, momentos en lo cuales nos hemos quedado sin recursos. Usualmente decimos eso frente a varios escenarios: estamos rendidos, no tenemos recursos para encontrar una solución a un problema o situación, y ponemos nuestra confianza en las manos de otra persona, depositamos la resolución de nuestros problemas en manos de alguien. 

Por eso, decir“me pongo en tus manos” no es sólo un grito de auxilio sino también una declaración de confianza

Después de haber asumido la Copa, Jesús no marchó atrás, Jesús no volvió a intentar negociar como lo hizo en Getsemaní. Ahora, en la cruz, una vez que todo se ha cumplido, Jesús afirma con firmeza, Jesús grita con confianza: —¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!

En tus manos encomiendo mi espíritu. ¡Ay las manos de Dios! Las manos de Dios salen a socorrernos. En las manos de Dios podemos confiar.

La humanidad de Jesús, su cuerpo, había sido entregada a los hombres, a ti y a mí. Los hombres de la época nos representaron a usted y a mí. En nuestras manos estuvo la vida de Jesús y decidimos matarle. Nuestras manos no fueron seguras. En nuestras manos tuvimos la decisión, libérale o crucifícale, y decidimos crucificarle. En nuestras manos depositó Dios a su hijo unigénito y decidimos matarle. 

Pero cuando nuestras manos no son lugar seguro, las manos de Dios sí lo son. 

Y ahora cuando todos te han abandonado, cuando todo se ha cumplido, aun cuando sientas el vacío de Dios, las manos de Dios siguen siendo las únicas sobre las cuales puedes saltar confiado.

De eso se trata la fe, de estar al borde del abismo, de sentirse solo y derrotado y a la misma vez confiar. Cuando te sientas solo, fracasado, abandonado, ¡SALTA!, Jesús está a tu lado, haciendo lo mismo.

Te invito a que saltes como Jesús en las manos de Dios aunque los demás te hayan abandonado, aunque seas culpable, Jesús te justifica; aunque tengas sed, aunque te sientas solo y sin recursos. Encomienda a Dios tu vida, porque la vida es mucho más que el cuerpo, aunque tu cuerpo este quebrado, herido, maltratado: “Encomienda a Dios tu camino, confía en él y él hará.” (Sal 37:5)

¡Confía, porque el tercer día ya viene!

¡Gracias por su vista!

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