Gozo que hace temblar la tierra

Poco tiempo después del huracán María que devastó a Puerto Rico, se jugó la Serie del Caribe de Pelota; y cuando estaban ya en los juegos finales, todavía la mayor parte del país no tenía energía eléctrica. Los que tenían acceso a electricidad hacían lo posible para que los que no tenín pudieran ver el juego. Conversando con un amigo me dijo estas palabra: “espero en Dios que gane Puerto Rico, porque este pueblo necesita motivos para celebrar, necesitamos alguna alegría que nos saque de este estado.”

 Al terminar la Serie del Caribe el gobernador de Puerto Rico mandó preparar un recibimiento para el equipo, como en muchas ocasiones han hecho para boxeadores, cantantes y otros deportistas. Esa costumbre de recibir algunas personas significativas nos llena de alegría y de orgullo patrio; al punto que han habido momentos en los que el gobierno le ha dado permiso a los empleados para unirse a esos recibimientos. Así de significativo es para nosotros reconocer la importancia de algunas personas en nuestra historia personal y en nuestra historia nacional.


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“Y a su paso tendían sus mantos por el camino.  Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: !!Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (Lucas 19: 36-38)

Retornando a la expresión de mi amigo sobre la falta nos hacía un motivo de fiesta nacional despues de una crisis colectiva, debo hacer un vínculo de nuestra historia como pueblo y la historia de Israel. Al mirar el mapa del Mediterráneo y el del area del caribe, podemos identificar similitudes interesantes; el territorio Palestino es un punto en el mapa del Mediterraneo y Puerto Rico es otro punto en el mapa del Caribe. Dos naciones con una historia política y de colonización tremenda. La mayor parte de nuestras historias políticas la hemos pasado dominados por otros reyes o gobiernos que no son nuestros. Eso está grabado en nuestra piel de manera que cualquier persona que ponga nuestro nombre en alto, que eleve nuestro sentido patrio, y nos hagan sentir orgullosos de quienes somos frente al mundo; nos saca de nuestra casa, de nuestros trabajos, hacen que nos pongamos a la orilla del camino con una bandera, música y vítores para recibirles.

Esa conducta no es única de los puertorriqueños. En mayor o menor medida todos construimos ídolos; adoramos personas que nos sacan momentáneamente de nuestras tristezas, de nuestra baja autoestima, de sentir que no valemos nada y que no somos importante para nadie. Somos capaces de hacer cualquier cosa por esa persona. Sin embargo, una vez celebramos y reconocemos al equipo de pelota, tuvimos que regresar a nuestra casa, sin energía eléctrica, sin luz y con muchos desafíos y un futuro incierto.

La Biblia nos presenta una historia interesante y un poco similar a esta, la historia de la consagración de Salomón como Rey de Israel. 1 Reyes 1:32-40 nos cuenta que cuando ya David estaba viejo, decidió que era momento de designar quién sería el próximo Rey de Israel, así que, dice el verso 32 que David ordenó:

(32 Luego David ordenó):
— Llamadme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías, el hijo de Joyadá. Ellos se presentaron ante el rey 33 y él les dijo:
— Tomad con vosotros a los servidores reales, subid a Salomón en mi propia mula y llevadlo a Guijón. 34 Una vez allí, el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo consagrarán como rey de Israel. Entonces tocaréis la trompeta y gritaréis: “¡Viva el rey Salomón!”.
39 El sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite del santuario y consagró a Salomón. Después hicieron sonar la trompeta y toda la gente se puso a gritar: — ¡Viva el rey Salomón! 40 Luego todos subieron tras él al son de trompetas y con tanto alboroto que la tierra parecía temblar con sus gritos.

Era costumbre de los judíos, que el rey tuviese una mula o un burro sin haber sido montado por nadie y que estuviera a su disposición. Además, la costumbre de todas las naciones, como lo ha sido para nosotros, era salir a recibir a los reyes y gobernantes y unirnos a sus caravanas. Así que dice el texto que “toda la gente subió tras Salomón al son de trompetas y con tanto alboroto que la tierra parecía temblar.” Así se recibía un rey. Así recibimos nosotros la gente que admiramos, la gente que le da sentido e identidad a nuestra vida como pueblo y como individuo.

Sin embargo, todas estas glorias son pasajeras. Salomón reinó, amplió grandemente su territorio, y fue perdiendo el norte, su corazón se corrompió con el poder, tanto así que dice la biblia que le impuso “duros yugos al pueblo” (1 Rey 12:4). Tanto así que después de su muerte su reino se dividió y jamás ha vuelto a reinar un hijo de David sobre todo Israel.

Nuestros ídolos son pasajeros, nuestros ídolos se corrompen. El texto nos demuestra que, en nuestra búsqueda de identidad, de bienestar, en nuestra búsqueda de reconocimiento, nos vamos detrás de cualquier persona que nos de placer momentáneo; lo elevamos a la estatura de un rey.

Después de más de 700 años el pueblo de Israel se encontraba en una situación interesante, no habían vuelto a ver un hijo de David en el trono, ni siquiera tenían templo. Pero llegó un día que los rumores desde Galilea hasta Jerusalén, decían que había uno que se hacía llamar el Hijo de David. Ese hombre se llamaba Jesús y era hijo de un pobre artesano, que trabajaba en piedra y madera para sustentar a su familia. Dice Lucas: “para todos era el hijo de José.” (LC 3:23) Pero también, continúa diciendo Lucas que José era hijo de la simiente de David, a su vez hijo de Jesé, hijo de Jacob, hijo de Abrahán, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Adán, quién procedía de Dios.

Lucas desea que el lector sepa y crea, sin lugar a duda, que Jesús no es solo el hijo de David heredero del reino de Israel, sino hijo de Dios mismo, y que no solo tenía en sus manos la misión de restaurar a Israel sino de restaurar la relación entre los seres humanos y Dios. Relación que se perdió desde el principio de la creación.

El día que Jesús entró a Jerusalén venia de hacer milagros y de enseñar. El evangelio de Lucas cuenta en el capítulo 19 que Jesús venía de haberle dicho a Zaqueo: “date prisa, porque es necesario que yo pose hoy en tu casa”. Jesús entra a Jerusalén después de habernos dicho “es necesario que yo pose hoy en tu casa”. Por eso es imperativo e ineludible relacionar la entrada de Jesús a Jerusalén con la entrada de Dios a nuestra propia casa y a nuestra vida.

“36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino.  37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, 38 diciendo: !!Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (Lucas 19: 36-38)

En el verso 37 está el secreto, el misterio y la paradoja revelada al pueblo de Israel y a nosotros. Jesús es el prometido del linaje de David, es el Mesías, es el Hijo de Dios, pero no es ensalzado, alabado y glorificado por ser Rey o por ser hijo de David, o por venir a unificar el Reino y a sacar a los romanos de allí. Alababan a Dios por por las maravillas que había hecho a través de Jesús y sus discípulos.

El verso 37 de Lucas 19 contrasta con el verso 40 de 1 Reyes 1. En primera de Reyes el sonido de las trompetas y el alboroto era tan grande que hacía temblar la tierra. Su alegría estaba puesta en lo que podría Salomón hacer, no en lo que ya había hecho. En Salomón estaba la continuidad del proyecto de David, construirle casa a Jehová, liderar el ejército, ensanchar el territorio conquistando nuevas tierras. Pero en Jesús la algarabía, el gozo, la alabanza se dió en virtud de las maravillas que ya habían visto.

Según Lucas, la llegada de Jesús motivaba a aquella multitud que estremecían los cimientos de la tierra de alegría como una declaración de aquello que habían visto y escuchado “diciendo: !!Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” Este reconocimiento de Jesús no se da en virtud de una esperanza humana, pasajera, de algo que podrá ser o no ser. Este reconocimiento y alabanza no se da en virtud de algo que puede terminar en división y fracasó como pasó con el reinado de Salomón; esta alegría se da en virtud de lo que habían visto, de los hechos, de las palabras, de los milagros, de la vida de Jesús que se hizo Emanuel, Dios con nosotros. Esto no representa un tal vez, una posibilidad de triunfo, sino que ya ha triunfado sobre la muerte en la vida de Lazaro, que ya triunfó sobre la enfermedad, la ceguera, la parálisis, la lepra; que ya triunfó sobre el discrimen, la condenación y los abusos religiosos y políticos, que han sido declarados libres del pecado y la maldad.

Jesús no representa nada que no haya sido ya probado. Jesús no es esperanza en lo que pueda llegar a ser, Jesús es la realización en esta tierra de nuestra esperanza postrera y por eso le recibimos hoy con vítores y alegrías. Jesús abrió caminos de gracia para todos los seres humanos sin distinciones y tu eres uno de ellos.

El domingo de Ramos significa mucho más que un acontecimiento histórico para la cristiandad significa la entrada de Dios a nuestra vida en la persona de Jesús cuando decidíamos seguirle y reconocemos que necesitamos su ayuda para enfrentar las dificultades, los problemas y el sufrimiento que nos abate, pero también representa los cambios concretos que se dan en nosotros cuando hemos permitido a Dios entrar y actuar. El día de la llegada de Jesús a Jerusalén es el día de la visitación de Dios.

Por eso el domingo de Ramos significa escoger la caravana de Jesús y no la de los Romanos, representa mirar a los hechos de Jesús y creer que el es el Hijo de Dios por lo que ya ha hecho y no por lo que yo quisiera que haga en el futuro. Esperar la caravana de los políticos o de los deportistas que nos honran con sus buenas ejecutorias puede darnos una satisfacción temporera, puede darnos esperanza de que nuestro país, nuestros hijos, hijas o nosotros mismos podamos tal vez algún día llegar a un lugar de éxito semejante a los que ahora adulamos. Pero, echarnos a los pies de Jesús, tirar nuestros mantos, proclamarle Rey, nos garantiza que estamos en el grupo de aquellos que cuentan con la compañía de Dios para toda la eternidad.

Hoy nos encontramos con el en su entrada a Jerusalén, en ese camino que él mismo ha pavimentado con lozas de amor y compasión. Acompañémoslo proclamando las maravillas que hemos visto, de manera que nuestro gozo haga temblar la tierra.


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#170 | El lado flaco de Dios enRumbo

Dios está pendiente de los rechazados y menospreciados que tienen el corazón herido por el pecado y el desprecio. Por eso donde quiera que haya un publicano humilde siempre encontraremos a Jesús que se acerca a abrazarle. (Basado en Lucas 18:9-14) Para leer la reflexión completa oprime aquí: http://www.ivelissevalentin.com #enRumbo #enRumboconIvelisse #oracion #humildad #justification FB: ivelissevalentinvera — Send in a voice message: https://anchor.fm/ivelissevalentin/message Support this podcast: https://anchor.fm/ivelissevalentin/support
  1. #170 | El lado flaco de Dios
  2. #169 | Para que sirvo
  3. #168 | Mirada de Compasión
  4. #167 Arbol de acogida
  5. #166 | Muy pequenos para acercarnos a Dios

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