La empatía es el motor del desprendimiento. La persona que ofrenda lo que le cuesta hace de su dádiva una expresión de fe y de adoración a Dios.
En un mundo donde los excesos y lo ostentoso es la medida primordial para valorar al ser humano, el evangelio nos recuerda que la generosidad y la fe en que Dios suplirá son los nuevos criterios del Reino.
Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir." Lucas 21:1-4
La ofrenda que se desprende de nuestro deseo de demostrar cuanto tenemos, o de tratar de comprar el favor de Dios se convierte en un gesto que humilla y deshumaniza a quien la recibe.
La ofrenda es una expresión de amor y de fe que en este relato se vive desde la empatía. La mujer que da lo único que tiene para vivir no solo está ofrendando sus dos monedas, está ofrendando su vida a Dios, para que Dios le supla de la misma forma que ella ha dado para suplir la necesidad del otro; o para que Dios tome su vida como ofrenda de sacrificio.
Dar de lo que tenemos y no de lo que nos sobra, no es solo un acto de fe en la provisión de Dios, es también un salto al vacío en la convicción de que perderlo todo, hasta la vida misma nos lanza a la voluntad plena del Padre. Esa voluntad de Dios es siempre buena y perfecta, aunque humanamente se nos haga difícil comprender. (Rom 12:2)
Quien ha dado todo en este relato es quien menos tiene y quien más ha ganado. Porque es quien puede ponerse en el lugar del que va a recibir de esa limosna. Porque sabe que esa otra vida también depende de su generosidad. Además, es quien más ha ganado porque ha recibido el reconocimiento de Dios.
Algunos vivimos en una burbuja de privilegio que limita nuestra capacidad de empatía. Pero todos tenemos algo que nos cuesta y algo que necesitamos. Identifica tu necesidad y da de lo que necesitas. Ahí está el secreto de la ofrenda que sube al Señor como olor agradable y que tiene en nosotros un efecto de bienestar.
¿Puedes identificar qué de lo que tienes te costaría más ofrendar?
¿Cuál es el área de necesidad mayor en tu vida; material, emocional, relacional o física?
¿Cómo podrías ayudar a alguien que necesite tanto como tú?
Oremos: Señor, reconozco que en ocasiones no he ofrendado de la forma desprendida que debería. Se que me he apegado a muchas cosas y que aun viendo la necesidad en otros no he podido dar de lo que tengo, sino más bien de lo que me sobra. Otras veces he sido ostentosa con mi forma de dar o he pretendido acaparar tu atención y la de los demás. Pon en mi un corazón puro y empático como el de la viuda, para que pueda entregarte en gratitud, adoración y fe, mi vida y todo lo que tengo, sea mucho o poco.
¡Que así nos ayude Dios!
Compartido en Momento Sagrado, USC

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