“A veces perdiendo se gana”.
Este es un dicho que no siempre es fácil de aceptar. Las pérdidas siempre traen tristeza. Pero la promesa de Jesús es que en la pérdida que experimentarían cuando el no estuviera presente, ganarían algo aun mejor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
Juan 6:5-11
“Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta:
‘¿A dónde vas?’.
Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido.
Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré.
Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio.
El pecado está en no haber creído en mí.
La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado.”
En muchas experiencias de pérdida se nos hace difícil pensar que algo bueno podría salir de tanto dolor. Eso es lo que muchos en Puerto Rico podemos decir acerca de la ola desmedida de violencia de género que estamos experimentando como pueblo.
Sin embargo, lo que Jesús plantea es de enorme profundidad y beneficio para nosotros hoy, como lo fue para los apóstoles. Las muertes y las pérdidas, por injustas que parezcan, también pueden tener un fin redentor. Eso no justifica la violencia ni las injusticias. Pero Dios sí puede transformar nuestro dolor en experiencias redentoras para la humanidad.
Por eso le promete a los discípulos que enviará el Paráclito. Paráclito significa “cercano, a mi lado” e “intercesor”. Su cercanía es la clave para poder venir en nuestra ayuda en el momento propicio y de forma apropiada.
Esta presencia del Espíritu Santo en medio nuestro es la compañía permanente de Dios a tu lado. Es la presencia de Dios que le da sentido a nuestra vida y también a nuestro sufrimiento. Es quien abre nuestros ojos a lo que es pecaminoso, a discernir las conductas que se oponen a la persona de Jesús, sus hechos y enseñanzas. La presencia del Espíritu Santo entre los seres humanos es juicio y justicia de Dios. Es convicción de que los crucificados con Cristo recibirán justicia porque la maldad ya ha sido condenada y vencida en la resurrección.
Aunque se nos haga difícil pensar que a veces perdiendo se gana; en los momentos de grandes pérdidas la presencia del Espíritu Santo se manifiesta en consuelo, fortaleza y en la certeza de la justicia divina.
Oremos: Envía sobre nosotros tu Espíritu que nos lleve al arrepentimiento, que nos consuele en la aflicción y que derrame tu justicia en los corazones heridos por la violencia y las injusticias de este mundo.

¡Gracias por su vista!