Uno de los conceptos de las Escrituras que a veces crean mucha confusión para su interpretación, es el “Reino de Dios”.
Mucha gente piensa que cuando hablamos del Reino de Dios nos referimos a un momento en el cual se van a derrocar los gobiernos de este mundo y se van a sustituir por una teocracia; un gobierno que se ejerce en nombre de Dios y de una religión particular.
Sin embargo, Jesús utiliza una metáfora preciosa para enseñarnos de qué se trata el reino del que él habla.
En aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Lucas 13:18-21
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
El reino al que Jesús se refiere es el que comienza con una semilla insignificante; casi subestimada por la gente.
Es el reino que requiere de la mano de hombres y mujeres que decidan irse al campo a sembrar; y para sembrar hay que tener paciencia para esperar el fruto. El reino del que habla Jesús comienza en la actitud del corazón de personas que decidan sembrar los valores intrínsecos del Evangelio; amor, compasión, entrega, servicio, bondad, justicia y paz.
El Reino comienza con la esperanza del sembrador de que cuando esa semilla de fruto y el árbol crezca muchos puedan hacer nido en sus ramas. He aquí la segunda característica del Reino de Dios. El Reino de Dios está “ya”, en cualquier lugar donde hay un árbol que de sombra y que provea un lugar en el cual las personas se sientan bienvenidas para hacer sus nidos. Las aves hacen nidos donde saben que estarán a salvo de las fieras o aves de rapiña que quieran hacer daño a sus crías.
El Reino de Dios es aquel lugar en donde cualquier persona puede sentirse segura de que nadie le podrá hacer daño. El Reino de Dios debe ser aquel arbusto a donde nadie pueda subir a dañar los nidos donde crecen aquellos que aun no tienen la fuerza para volar solos.
El Reino de Dios ya está en medio nuestro cuando la iglesia es capaz de proteger a los más frágiles y proveerles un lugar donde habitar y crecer.
OREMOS: Señor hoy te pedimos la humildad y la fe del sembrador, para regar la semilla de tu Reino. Permite que nuestra vida, nuestra casa y nuestra iglesia sea como ese arbusto de mostaza al que muchos puedan acercarse con la confianza de que encontrarán protección para sí mismos y sus familias. ¡Que así nos ayude Dios!
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