En medio nuestro hay personas que viven con cargas y situaciones de tanto peso que les encorvan, sino el cuerpo, el alma.
Parecería que nadie se percata, a veces pensamos que ni siquiera Dios se da cuenta; una de esas personas hoy podrías ser tu, o tal vez, hasta podría ser yo.
¿Qué palabra, evento o encuentro podrá enderezarnos para mirar con otra perspectiva aquello que por tanto tiempo nos ha hecho caminar como mirando el suelo?
Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.
Lucas 13:10-13
Una de las experiencias más restauradoras de mi vida, ha sido desarrollar la convicción, de que aunque nadie vea mi sufrimiento, Dios lo ve; que aunque todas las fuerzas externas quieran mantenerme encorvada, Dios me enseña a levantarme y elevar los ojos al cielo sin nada que temer y sin nada de qué avergonzarme.
No te digo que ha sido fácil. Pero es posible.
Varios elementos de este texto que me llaman la atención lo son: la mujer no le pide nada a Jesús. De Jesús nace la iniciativa de llamarla porque la ve, y ve su condición.
El segundo elemento de la escena que me fascina, es que Jesús pone la mano sobre ella.
La mano de Jesús hoy se puede hacer sentir a través su iglesia, a través de las personas que nos aman. Aun si pensamos que ni la iglesia, ni nuestros familiares o amigos pueden estar ahí para representar la Mano de Dios, su Espíritu siempre está presto para hacerse sentir.
Hazte consciente de su presencia y el pondrá su mano para que puedas ser libre de las cargas que te encorvan.
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