Jesús y la mujer, la tradición y la justicia

Cuando hablamos de perspectiva de género se levantan muchas discrepancias y malentendidos alimentados por la desinformación y el prejuicio de una sociedad predominantemente machista, y esto incluye la tradición religiosa cristiana.

En un escrito anterior presentamos el caso de dos hermanas en el Evangelio de Lucas que tenían a Jesús de invitado en su casa, una de ellas se dedicó a cocinar para atenderlo a él y a sus acompañante, mientras que la otra se sentó a sus pies a escucharlo.

La reacción de la hermana mayor fue reclamarle a Jesús cómo permitía que su hermana estuviera a sus pies en lugar de ayudarla, cosa que era lo que se esperaba de ella según la tradición.

Para sorpresa de todos, Jesús no sucumbe a lo esperado y contesta con una respuesta que aunque cariñosa, era muy desafiante para su época; suficiente para seguir acumulando la ira de los que representaban la intransigencia de la tradición. Jesús menciona que la elección de la joven María de estar a sus pies, es “lo más necesario” y a su vez “la mejor parte”. Desgraciadamente, la sociedad continúa discriminando sobre quiénes están llamados a disfrutar de lo mejor.

Mientras que, para Jesús, lo mejor está a sus pies y no está condicionado a género o condición social, para muchos de nosotros todavía existen limitaciones condicionadas al género, raza, nacionalidad y condición social. Jesús no quiere ver a la mujer reducida a la cocina o la limpieza, ni a los roles asignados por la tradición, Jesús las valida y les da el mismo lugar que a los hombres, rompiendo así los paradigmas sociales.

De la misma manera que esas luchas le costaron a Jesús la vida, a muchos de nosotros pueden costarnos la reputación y el estatus en sociedad; pero la búsqueda de la justicia muy bien vale la pena.

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