PALABRA DIARIA | No nos gusta esperar

A nadie que yo conozco les gusta esperar. A muchos le parecería que es cosa de este siglo. Pero yo les tengo una noticia, no, no lo es. Aun en el tiempo de Jesús se hablaba de la gente a quienes no les gusta esperar y no se preparan con tiempo. Aunque el asunto no es nuevo, y parece parte de la naturaleza humana, me atrevería a decir que la impaciencia y la mala costumbre de improvisar, se ha acrecentado en esta generación. La cultura de la inmediatez nos arropa. ¿Cuál será la consecuencia para nuestra vida de fe?

“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron.”
Mt 25:1-5

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La vida de fe no se trata de improvisar. No podemos pensar que cuando lleguen los problemas entonces nos preocupamos. Hay asuntos en la vida que requieren preparación. Cultivar nuestra relación con Dios y nuestra fe es uno de esos asuntos. Los problemas llegan de imprevisto, sino no se les llamaría crisis. Y Dios también toca a nuestra puerta y nos llama a su presencia de imprevisto. Siempre que hablo en servicio funerales, le recuerdo a las personas que tenemos que vivir de manera que estemos listos para morir. 

En la historia que nos hace Jesús, la mitad de las jóvenes que esperaban al novio se fueron a dormir sin prepararse. Cuando les avisaron que venia, salieron corriendo a comprar el aceite para sus lámparas; y al regresar ya el novio había cerrado la puerta de la fiesta. Ellas, entonces desesperadas, le gritaron “!!Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.” (vv11-12)

Nuestra vida de fe requiere disciplina porque el día malo no avisa. El Señor nos invita al banquete, al lugar que tiene reservado para ti y para mi, donde cambiará nuestras penas en alegrías y nuestra tristeza en gozo. Pero no siempre vamos a lograr lo que queremos improvisando. Este puede ser un buen momento para tomar la decisión de levantarnos y buscar aceite para nuestras lámparas. En otras palabras, buscar el combustible que nos permita mantener encendida la luz que ilumine nuestras tinieblas.

Oremos con San Francisco de Asís: 

Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.

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