Me parece importante recordar, que el invoquemos a Dios, llamemos a Dios, no quiere decir que no vamos a haber tormentas.
“y la barca ya estaba bastante lejos de la tierra, zarandeada por las olas, porque el viento le era contrario. En la madrugada,“Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. Cuando los discípulos lo vieron caminando sobre el agua, quedaron aterrados.—¡Es un fantasma! —gritaron de miedo. Pero Jesús les dijo en seguida:—¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo.”
Mateo 14:22-27
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Lo que el texto nos muestra de forma hermosa, es que Dios decide atravesar la tormenta, llegar donde estamos, y meterse en la tormenta con nosotros. Y en medio de la confusión que se da cuando lo que está pasando a nuestro alrededor es tan denso que se nos nubla la mirada y no podemos distinguir con claridad las señales de esperanza; ahí es que esa presencia de Dios busca manifestarse de alguna forma cuando tenemos problemas, para calmarnos y traernos soluciones. Cuando tenemos la mirada puesta en la tormenta, en el asunto cercano, inmediato, perdemos de perspectiva lo que está a la distancia; y entonces cuando tratamos de levantar la mirada y ver, podemos equivocarnos, confundirnos y perder de perspectiva que Dios se acerca, que no es un fantasma. ¡Es Dios quien nos quiere ayudar!
Dios se está revelando para traernos alternativas y soluciones. Aun si no hay solución, él mismo se está insertando para acompañarnos; para que su presencia cambie, sino las circunstancias, la manera en la que nosotros reaccionamos y asumimos lo que nos está pasando.
Yo creo que Dios nos dice hoy como le dijo Jesús a los discípulos, “hay tormenta, hay vientos contrarios, pero ¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo.”
Que la presencia de Dios nos ilumine para superar estos tiempos difíciles y nos de calma y sabiduría para las decisiones que tengamos que tomar.
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