PALABRA DIARIA | QUIÉN ES JESÚS

Por: Rvdo. Gerson Serrano

El relato de hoy refleja el objetivo central de este evangelio. Esa verdad central con la que cada lector o lectora debe confrontarse, y que nos llega en la pregunta que Jesús hace a los discípulos, “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”. ¿Quién es Jesús? ¿Qué decimos acerca de Jesús? ¿Qué creemos acerca de Jesús? El relato también nos regala la respuesta esencial en voz de Simón Pedro “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. ¡Claro, para nosotros está más fácil que para los discípulos! Ellos estaban rodeados de muchas ideas diversas; “por ahí se dice que eres Juan el bautista, o Elías u otro profeta”. En el caminar de Jesús con los discípulos hubo momentos de mucha seguridad en esa afirmación, pero también hubo momentos de debilidad e incredulidad. Jesús se muestra paciente y siempre como buen maestro dando lecciones y haciendo preguntas que llegan a lo más profundo de la mente y corazón de sus discípulos, con quienes comparte su misión y a quienes se la encargará después de su ascensión.

13 Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

Mateo 16:13-16

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            La confesión de Jesús como el Mesías no es solo una frase correcta, no significa escoger las palabras y repetirlas. Para confesar a Jesús como el Mesías se necesita tener fe, es un convencimiento que no viene por razón o por invitación humana. La fe suficiente para creer y confesar a Jesús es un regalo que nos ha dado Dios mismo. Jesús le dice a Pedro: “Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.”. Recordemos que este mismo Pedro estaba hace unos capítulos atrás en una barca azotada por la tempestad, y allí Jesús extiende su mano para salvarle y le dice “hombre de poca fe”. Ese hombre de poca fe ahora tiene la fe suficiente para, con seguridad y convicción afirmar “Tú eres el Cristo”. Al conectar estas dos conversaciones de Jesús con Pedro podemos notar que en el primer encuentro Pedro está lleno de dudas, temor e inseguridad. Pero ahora puede confesar con seguridad pues ha recibido de Dios mismo la fe y la certeza, la seguridad para reconocer quien esta delante de él.

            Entonces ¿Quién es Jesús? “El Cristo”, “El Mesías”, el Enviado de Dios. Es aquel que revela el amor de Dios al mundo. Es aquel que salva, sana y restaura la relación entre Dios y la humanidad. Aquel que trajo esperanza a los pobres, que consuela a los que lloran y bendice a los pequeños de este mundo. Entonces, si ese es nuestro Cristo, el que hemos confesado y el que nos ha constituido su Iglesia, debemos compartir también su misión. Debemos preguntarnos ¿Dónde están los que necesitan sanidad, consuelo y fortaleza hoy? ¿Cómo anunciamos esperanza y salvación en nuestro tiempo? Dado que somos su Iglesia, hemos sido también ungidos/as, enviados/as a mostrar el amor de Dios en el mundo.

            Con la confesión de Pedro vino también el compromiso, el llamado y la bendición de Jesús sobre su vida para edificar, para liderar en medio de una comunidad de fe que nace del Espíritu y del corazón mismo de Dios. Jesús deja claramente establecido que ninguna fuerza de oposición podrá detener el avance de la Iglesia, de esa comunidad que le ha confesado como el Cristo. ¿Podemos tu y yo sentir esa certeza y participar de esa promesa? Saber que somos edificación de Cristo y que no sucumbiremos, sin importar cuantas dificultades estemos enfrentando en estos tiempos. La Iglesia necesita recuperar sus fuerzas al buscar su identidad y propósito en Jesús, fortalecernos en él y caminar de acuerdo con su voluntad.

Escuchemos la pregunta de Jesús “¿y tú, quién dices que yo soy?” …

Que Dios renueve nuestra fe, nos afirme cada día en su amor y abra nuestros labios para confesarle con seguridad. Y que podamos responder, “Eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Amén.

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