No se tu, pero yo en algunas ocasiones me he sentido sola de Dios. A veces nos pasa en los momentos más duros de la vida. En otras ocasiones nos va tan bien que vivimos entre la gente sin notar a Dios. Si está o no, nos pasa inadvertido. Por eso me gustan tanto estas palabras de Jesús:
“Esto les digo: Si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo se lo dará. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.“. Mateo 18:19-20
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Estas palabras son un recordatorio, para estar apercibidos de la manifestación de presencia de Dios, que se da en la unidad de los hermanos. Esa manifestación de presencia se da en la socialización, en el dialogo, en las alegrías, en las tristezas; en todas las instancias de la vida en las que nos detenemos un segundo para bienvenirle. ¡Bienvenido Jesús! Bienvenido a través de mi hermano y mi hermana, bienvenido a través de mi familia, de mis compañeros y compañeras de trabajo. Bienvenido incluso en el que no piensa como yo, en quien no adora como yo, o simplemente en quien no me cae bien.
La presencia de Jesús no se manifiesta al decir unas palabras mágicas. La presencia de Jesús es constante, es una realidad inescapable una vez que creamos conciencia de ella. Esa presencia puede ser discreta, tímida y callada, pero una vez abrimos los ojos a él, nuestras conversaciones toman matiz de oración, activan el obrar de Dios en favor nuestro.
La presencia de Jesús es constante, es una realidad inescapable una vez que creamos conciencia de ella.
A lo que el texto nos llama es a vivir un evangelio de comunidad, un evangelio en compañía. Es en la compañía, en la hermandad, y en el acuerdo y la unidad de propósito, donde se desasta el favor de Dios para todos.
Pero Jesús no le gustaba a mucha gente, ni siquiera a los religiosos de su época. Se dice que tampoco le caía bien hasta algunos de su propia familia. Sin embargo eso no cambiaba su deseo de habitar entre nosotros. Que de ahora en adelante, cada reunión de amigos, cada reunión de familia, cada reunión de trabajo o de estudios, se convierta en una oportunidad de experimentar esa presencia de Jesús que nos llena, nos sana, y nos enrumba.
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IvelisseValentínVera 