PALABRA DIARIA | DIOS TAMBIÉN ESTÁ DE LUTO

Ser Dios es un trabajo que yo no querría.

En Jesús se encarna un Dios que sufre, un Dios que pierde seres queridos, que tiene que retirarse a procesar su propio duelo. En la antigüedad eso era inconcebible, porque los dioses estaba totalmente fuera de la esfera del dolor y la debilidad. De los dioses se esperar poder y fuerza. En todo caso, si enfrentaban perdidas, la reacción era ira, coraje y venganza. Y Jesús rompe el esquema. Jesús, Dios humanizado, que es solidario con nuestro quebranto.

Llegaron los seguidores de Juan, se llevaron el cuerpo y lo enterraron; después fueron y avisaron a Jesús. Cuando Jesús recibió la noticia, se fue de allí él solo, en una barca, a un lugar apartado. Pero la gente lo supo y salió de los pueblos para seguirlo por tierra. Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud; sintió compasión de ellos y sanó a los enfermos que llevaban.

Como ya se hacía de noche, los discípulos se le acercaron y le dijeron:
—Ya es tarde, y éste es un lugar solitario. Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y se compren comida. Jesús les contestó:
—No es necesario que se vayan; denles ustedes de comer.
Mateo 14:12-16

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El texto del que hablamos hoy, usualmente se comenta reflexionando en el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Muy poca gente habla de lo que antecede a ese milagro. Cuenta el texto que le acababan de contar a Jesús que su primo Juan había muerto en manos de Herodes. Cuando Jesús recibió la noticia se fue solo, en una barca a un lugar muy lejos. Me provoca pensar en esas ocasiones en las que nos dan una mala noticia, alguien que amamos ha muerto. En este caso su primo. El vínculo de Jesús con Juan, debió haber sido muy estrecho. Cuando sus madres estaban embarazadas, cuanta la Biblia que al encontrarse, ambos niños brincaron en sus vientres, dando testimonio a las madres de lo que se profetizaba de ellos. Me imagino que por la mente de Jesús, en ese momento de soledad recordaría los encuentros familiares, los juegos de niños, y el proceso de cada uno de irse apartando, diferenciando de sus familias de origen para tomar el camino de ministerio para el cual habían sido elegidos por Dios. Entre esos recuerdos debió haber estado su propio bautismo.

Y Jesús, estando de luto, se da cuenta que la gente lo ha seguido, y en lugar de quedarse inmerso en su dolor, los mira, siente compasión y los sana. Ese es el Dios que nos presenta Jesús, el que rompe esquemas, mitos,  costumbres. El Dios que por encima de sí mismo nos ve con compasión, que por encima de su propio luto, hace un alto para sanarnos.

Es posible que entre los que me leen o escuchan haya hoy enlutados como Jesús, o enfermos del alma y del cuerpo, como los que le seguían. No debe haber sensación más hermosa que la de sentir que Dios te mira, y puede poner a un lado todo lo demás y hacer de ti el centro de su atención. Si estás de luto, él también, si estás enferma el se detiene para sanarte, y si tienes necesidades materiales el obra para suplirlas.

Hoy el texto nos demuestra, que nuestro Dios se mueve y se duele con nosotros en nuestra propia humanidad, sin dejar por eso de ser Dios; y desde ese mismo estado de vulnerabilidad tornar todo su poder y compasión en favor nuestro. Eso a nosotros se nos puede hacer difícil de entender, porque el luto y el dolor tienden a ganarnos, a apartarnos, y no es fácil, levantarnos sobre nuestras derrotas y poner el servicio al otro y la otra primero.

Que maravilloso saber Dios si puede hacer aquello de lo que nosotros no somos capaces. Aunque Dios esté de luto por todos los mueren injustamente, por los que sufren y los que mueren de Coronavirus, él sigue estando activo en favor tuyo. ¡No lo dudes!

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