La iglesia en la Cuarentena ha tenido que pensar y re-pensar su esencia y su práctica. En ese proceso una de las primeras cosas que debemos considerar es el lenguaje. De la misma forma que el medio es el mensaje, también el lenguaje en sí mismo es un medio de significado, limitado a su contexto, o ¿será que más bien limita nuestras idea, o pone límites a lo que queremos expresar, sobre todo a los sentimientos? Eso lo dejamos para los filósofos del lenguaje y la comunicación.
Pero sí me interesa que pensemos, particularmente hoy, que nuestro ser y hacer iglesia ha trascendido a una dimensión global, pública e inclusiva como nunca antes en la historia. Y debido a esa exposición es cuando más debemos estar conscientes de lo que proyectamos, comenzando por el nombre que ponemos a nuestras reuniones religiosas. En el desarrollo de la Iglesia evangélica-protestante, podemos ver que hemos ido adoptando nuevas maneras de titular nuestras reuniones. Hablamos de “cultos”, “servicios”, y ahora también hemos añadido el término “experiencias” para nombrar y promover nuestros encuentros religiosos de carácter colectivo.
Mi intención no es decirle cómo debe llamar o titular su encuentro dominical o semanal, pero sí me interesa que creemos consciencia de lo que proyectamos con el lenguaje. Ese lenguaje puede atraer o alejar algunas personas, crear curiosidad, puede darles una idea equivocada de la actividad que se va a realizar o de la manera en la que se va a realizar.
CULTO – Cuando escucho la palabra “culto”, pienso en todo lo que tenga que ver con “rendir adoración a una divinidad”, pienso también en la estructura y diseño litúrgico mas tradicional dentro de la Iglesia evangélica-protestante.
SERVICIO – ha sido un término incorporado al “lenguaje cristiano” desde fines del siglo 20 y de alguna manera nos envía un mensaje, nos anticipa una atmósfera litúrgica más relajada, más carismática. Algunos tal vez pensamos en iglesias fuera de las denominaciones históricas tradicionales. ¿Pero cuál puede ser la diferencia conceptual entre culto y servicio? ¿No se adora a Dios en un servicio? En lugar de rendir culto a Dios se lleva a cabo una actividad de “servir”. De ser así, ¿a quién se sirve? ¿cómo se sirve? Tal vez en los contextos de capellanía es donde mejor se puede entender este término porque se usa para describir los Servicios Espirituales y Religiosos disponibles en una institución privada a través de dicha oficina. Pero en el contexto de iglesia local, ¿por qué le llamamos “servicio” a lo que antes llamábamos “culto”?
EXPERIENCIA – Suena muy Post-Moderno*. Suena carismático, suena a Mega Iglesia, suena a mahones y t-shirt. Suena a una cultura religiosa vivencial, más que racional. Suena a la búsqueda de la experiencia con Dios. Pero a mí todavía me suena un poco individualista, me suena a “mi experiencia”. Me suena a “vengo a buscar una experiencia para mi”.
Voy a añadir a mi lista otro término:
ENCUENTRO – Este me parece más milenial. Vengo o voy, a encontrarme con la gente que habla de Dios, que le habla a Dios, que escucha a Dios en la Palabra y la experiencia. Y cuando me encuentro con ellos me encuentro con Dios. Me suena a conectividad a participatividad. Y por qué no, a experiencia.
El lenguaje es el primer encuentro con la experiencia cúltica, es el primer encuentro con el servicio religioso; es el encuentro que se da en el imaginario. Ahí comienza todo, desde ahí incluimos o excluimos, desde el lenguaje proyectamos la realidad o nos ponemos una máscara.
En tiempos de Iglesia Digital