En ocasiones la percepción que tenemos de nosotros mismos por lo que piensen los demás nos hace sentir muy pequeños para acercarnos a Dios.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. (Lucas 19:1-10)
Probablemente la conducta de Jesús hoy día sería criticada por muchos porque lo encontrarían entrometido y confianzudo. Más allá de querer relacionarse con pecadores el mismo se invita a su casa. En nuestra sociedad del siglo XXI ya las visitas a la casa no se dan como antes, no puedes llegar a visitar a alguien sin avisar y mucho menos llegar con mucha gente, como lo hacía Jesús. Jesús no solo se invitó a casa de Zaqueo, sino que llegó con todos los que le seguían.
Pero otra de las cosas que me parecen importantes de este relato es que Zaqueo se mantiene distante y aunque tiene dinero como para tratar de comprar su acceso a Jesús reconoce su condición de pecador entre los de su propia religión, por eso se mantiene a distancia. Sin embargo la persona de Jesús le atrae, desea verlo, desea escucharlo, y probablemente añora a la distancia la posibilidad de conocerle.
Eso me hace recordar cuanta gente, tal vez como tú, no se acerca a Dios aun cuando sienten el deseo y el llamado, porque los que rodeamos a Jesús creamos una barrera que les separa. El énfasis en la mayoría de las religiones a través de los siglos ha sido en que el acercamiento a Dios depende de nuestra santidad.
Sin embargo, Jesús nos enseña que nuestra santidad es producto del acercamiento de Dios a nosotros.
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
«Hoy la salvación ha llegado a esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Jesús nos enseña que nuestra santidad es producto del acercamiento de Dios a nosotros.
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Aunque algunas personas pretendan poner fronteras y condicionamientos para que te acerques a Dios, Jesús es quien tiene la última palabra y él quiere entrar en tu casa, por eso te ve y te llama aunque los demás pongan impedimentos.

¡Gracias por su vista!