A veces alejarse es lo mejor. La prudencia es enemiga de la confrontación.
Jesús supo discernir cuando era necesario retirarse y realizar sus obras calladamente y cuando debía ir de frente. Jesús no padecía del mal de muchos de nosotros de obtinarnos en demostrar nuestros méritos o la validez de nuestras acciones. Tanto así que había sido tentado a probar su identidad de Hijo de Dios al principio de su ministerio y no había sucumbido. Mucho menos permitiría ahora que el deseo o necesidad de reconocimiento arruinaran su misión.
En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él. Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre. Mateo 12:14-21
El verdadero hijo de Dios sirve por vocación,
no por reconocimiento.
En este relato tenemos una lección de prudencia y de humildad que nos reta a reflexionar sobre las intenciones que motivan nuestras acciones. La madurez del líder cristiano no está en cuan alto grita, sino en su sabiduría para alejarse oportunamente del conflicto. El conflicto a destiempo puede echar a perder la misión.
Vivimos en una sociedad donde los conflictos de enfrentan en las plazas públicas de la cultura, Facebook, Instagram, Youtube o Twitter. Caemos en la red de la confrontación mediada, indirecta, en donde no hay oportunidad para el dialogo, para mirarnos directamente a los ojos e intercambiar ideas. Convertimos un espacio de privilegio que nos da la tecnología en el lugar desde donde elucubrar confabulaciones farisaicas para destruir a nuestros enemigos.
El texto de hoy nos presenta una manera distinta de enfrentar con prudencia los conflictos: alejarse, callar y mandar a callar. En nuestra cultura contemporánea alejarse es sinónimo de cobardía; en el texto de hoy representa la prudencia que salvaguarda un bien ulterior.
Cuando supo que hacían planes para matarle, “Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos.” Defenderse en ese momento ponía en riesgo el beneficio de los demás. Lo importante era curar los enfermos, sanar su cuerpo y su alma. Ese es el Dios que nos ama; quien nos da ejemplo de lo que es verdaderamente importante: el bienestar colectivo.
Preguntas para cultivar la palabra:
- ¿Cuál es tu primer instinto ante las amenazas de la gente?
- ¿Cuán difícil se te hace alejarte de los conflictos?
- ¿Cómo te conduces en las redes sociales cuando estás molesto con una persona?
- ¿Qué crees que espera Dios de ti en medio de los conflictos?
Oremos: Señor, hoy te pedimos que nos bautices con tu Espíritu en prudencia y paz. Te pedimos que nuestras acciones respondan siempre al bien mayor y que podamos alinear nuestro corazón con el tuyo en la búsqueda del bien y la justicia. Y aquellos que se sienten perseguido injustamente, cúbrelos con tu Espíritu y llénalos de paz, de confianza y esperanza en que la justicia siempre triunfa en el Reino de Dios.
*Colaboración para Momento Sagrado, 16 de julio, 2022. Basado en: Evangelio de la 5ta Semana del Tiempo Ordinario Ciclo C.
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