Tanto el desarrollo de la mujer en sociedad como su llamado al ministerio en la iglesia han sido limitados y expuestos a interpretaciones distorsionadas de los textos bíblicos para dar legitimación divina a roles de género establecidos en culturas patriarcales.
Dicho esto, deseo enfocarme en este ensayo en 3 tópicos principales:
- Cómo encontrar la voz de Dios en los textos de exclusión y de terror
- La imagen de Dios en el hombre y la mujer antes y después del pecado
- Los roles de género y el llamado de la mujer en el NT
I. Cómo encontrar la voz de Dios en los textos de exclusión y de terror
“Bendito seas Dios del universo que no me hiciste gentil, ni esclavo ni mujer.”[1]
Primero que nada estableceremos unos criterios hermeneúticos para poder acercarnos al texto bíblico en un tema que puede ser para muchos, algo muy controversial. Para el judaísmo la ley (tanto en la Torá como en la Mishná, es la plataforma moral y contiene las claves hermenéuticas para vivir su fe a través de los siglos.
Para los cristianos: ¿cuál es la clave o el criterio hermenéutico para la interpretación bíblica y la vivencia de nuestra fe? La respuesta a esta pregunta nos va a dar las claves para interpretar los textos que a través de la historia han fomentado la desigualdad en el llamado al ministerio entre hombres y mujeres.
Nuestro criterio principal y nuestras claves interpretativas se encuentran en Jesús y los evangelios. Cualquier texto que de alguna manera, parezca contradecir las palabras y los hechos de Jesús debe ser mirado con sospecha y debe ser pasado por el lente de los evangelios. Ahí incluimos el AT y las epístolas. Esto es un concepto muy difícil para muchos de nosotros porque afirmamos que la Palabra es nuestra regla de vida y contiene todo lo concerniente a la salvación. Así que mirar la Palabra con sospecha puede hacernos sentir incómodos.
Pero a la misma vez, como cristianos, tenemos que revisitar el prólogo de Juan, Efesios y Colosences. Efesios y Colosenses nos plantea en los himnos cristológicos que Jesús existió desde antes de todo lo creado, y que por el todas las cosas fueron hechas. Esto es lo mismo que nos plantea el prólogo joanino. Pero Juan va más allá y hace una relación entre Jesucristo y la Palabra. Juan plantea que Jesús es el “logos”, la “palabra”. Pero no es una palabra cualquiera, como una conjunción o un adjetivo. Jesús es el “verbo”. Verbo, es una acción. Aunque este concepto proviene de la filosofía griega, el evangelista lo utiliza para referirse a la “acción creadora de Dios”.
La palabra escrita en la que nosotros creemos, la precede el verbo, Cristo.Cristo existe antes de la palabra escrita, Cristo es la encarnación del texto porque Cristo es atemporal, existió, existe y existirá.
Por eso si hay algo en la Palabra que no pueda coexistir con Cristo entonces lo tenemos que mirar con sospecha; algo no estamos interpretando bien. Cristo, dice Richard Rohr, no es un apellido para Jesús. Cristo es la presencia activa de Dios entre los seres humanos a través de Jesús. Por eso el mismo Jesús dijo varias veces (Mt) “Moises dijo (la ley dice), ustedes han escuchado que antes se dijo, pero yo les digo.” Por eso, esa presencia activa de Dios a través de Jesucristo, es nuestro criterio (nuestro lente) principal para interpretar las escrituras.
El AT anuncia a Cristo y las epístolas interpretan a Jesús y por ende, van desarrollando la doctrina de la nueva fe cristiana, que hemos heredado. Por eso es en Jesús en quien encontraremos la respuesta a todas nuestras interrogantes, incluso frente a textos complejos como los que dicen: que la mujer guarde silencio en la congregación.
Seré un poco dramática en lo que voy a presentar ahora y usted podría pensar que me voy a salir del tema, pero es necesario para que podamos entender lo que les estoy planteando con respecto a la prioridad que tiene la voz de Jesús para la interpretación bíblica. Deuteronomio 21:18-21 dice que: “si usted tiene un hijo rebelde que no obedece a la voz de su padre y su madre y aun después de haberlo castigado sigue sin obedecer, entonces, padre y madre lo tomarán, lo sacarán ante los ancianos de la ciudad. Le dirán a los anciano de la ciudad: este es mi hijo rebelde, que no obedece porque es glotón y borracho. Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán y morirá; así quitarás el mal de en medio de ti y todo Israel oirá y temerá.“
Deuteronomio 21 es un texto tan de terror como 1 Corintios 14: “que las mujeres callen en la congregación“, como 1 Timoteo 2: “no permito a la mujer enseñar… sino estar en silencio“.
Mandar a callar, es privar de la libertad, es lacerar la autoestima, es menospreciar en una persona la imagen de Dios; es castrar y condenar a la inferioridad a un ser creado, amado por Dios y dotado de talentos y capacidades igual que a los hombres.
Claro que si hacemos una exégesis profunda de estos textos Paulinos nos daríamos cuenta de que el significado y la traducción literal que nosotros le damos a esos textos no está enteramente correcta. Los textos a lo que hacen referencia es a la nueva oportunidad que tienen las mujeres de sentarse en la congregación y aprender junto a los hombres. Cosa que en el judaísmo de la época no era permitido. Y estos textos también podrían haber sido escritos por un discípulo de Pablo, cosa que era muy común en la antigüedad y que no era considerado plagio. Esto es posible porque sería incongruente que un Pablo que escribe en varias ocasiones que “ya no existe judío ni gentil, libre ni esclavo, hombre ni mujer en Cristo“, ahora discrimine contra la mujer o los esclavos.
Pero siguiendo la linea de Deuteronomios y Jesús para encontrar nuestros criterios de interpretación bíblica ussted debe estar rompiéndose la cabeza pensando en dónde en los evangelios Jesús se manifestó contra este texto de Deuteronomio.
Jesús se manifiesta contra los textos de terror, contra las actitudes discriminatorias cada vez que nos enseña sobre el verdadero carácter del Padre, cada vez que rescata a una persona en los márgenes de la sociedad, mujeres, enfermos, endemoniados, pobres, gentiles o samaritanos.
En Lucas 15 Jesús nos relata una historia, que la tradición ha visto siempre desde la perspectiva del hijo perdido, porque está enmarcada dentro del trio de las parábolas de rescate, las parábolas de salvación: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido. Sin embargo, tanto la oveja como la moneda no tienen consciencia de lo que han hecho para poder estar perdidas. Ni la oveja ni la moneda tienen moral. Es como el caso de ser mujer, estamos perdidas solo por ser mujeres, no hemos hecho nada para merecerlo aunque le echen la culpa a Eva.
Pero ese no es el caso del joven, el joven sí ha hecho algo para estar perdido. Así que, si de tres, dos no tienen consciencia de lo que han hecho para perderse, no se pueden arrepentir. Por lo tanto, ¿de qué se trata entonces la historia, de lo que se pierde, o del que la encuentra?Todas las historias se tratan de quien encuentra lo perdido.
El pastor que es capaz de dejar lo que sea por buscar su oveja, y la mujer que hace una fiesta para celebrar que encontró lo que se le había perdido. Y en la tercera historia Jesús nos aterriza, y nos quiere decir: “yo estoy hablando del Padre bueno, del Padre que no te castiga, que no te silencia, que no te lleva al medio de la plaza pública para abochornarte y apedrearte para limpiar su propia vergüenza.“
Jesús conocía la Torá, conocía la ley. Jesús sabía que la interpretación que los hombres le daban al carácter de Dios era vengativa, castigadora, retributiva. Jesús indudablemente conocía a Deuteronomio 21. Todos los judíos conocían la ley.
Para Jesús, estas parábolas son tanto de nosotros y nosotras como hijos y ovejas perdidas, como de Dios como Padre bueno. Pero en el contexto del judaísmo del 1er siglo, de seguro eran más sobre el carácter de Dios como Padre bueno que lo que pudieran ser sobre los hijos perdidos. Porque la religión de la época era opresiva.
Lo que aleja a la gente de Dios es el pecado, pero el mayor pecado es la falta de amor; y la desigualdad es falta de amor. Y ese no es el carácter del Padre.
Así que este ejemplo que pudo haber parecido desvinculado, en un principio, nos da las claves hermeneúticas para acercarnos al tema del llamado. Cualquier texto que atente contra el carácter de Dios que Jesús nos ha revelado, requiere una mirada con sospecha. Requiere que se busquen las claves dentro de los evangelios para poder interpretar desde el cristianismo.
II. La imagen de Dios en el hombre y la mujer antes y después del pecado
Es importante entender que el judaísmo en tiempos de Jesús había pasado por varias etapas. Y que aun la redacción del Génesis tomó lugar en diferentes momentos históricos. Tenemos textos pre-exílicos y textos pos-exilicos. Lo que eso quiere decir es que algunos narraban la revelación de Yavé desde unas vivencias y otros de otras. Por ejemplo, tenemos 2 relatos de la creación, uno enfatiza en la creación del varón y el otro en la igualdad de ambos. Como producto de los énfasis teológicos a lo largo de la historia del Judeo-cristianismo hemos ido degenerando en algunas doctrinas excluyentes y en una antropología mayormente negativa del ser humano, sobre todo de la mujer.
Génesis 3 nos presenta un relato en el cual el varón responsabiliza a la mujer y a Dios por su caída: “la mujer que tu me diste” (Gn 3:12). No hace falta elaborar mucho para darnos cuenta que la reacción natural del ser humano ante el pecado es autojustificación y evasión de responsabilidad. De esa manera la mujer queda como responsable junto a Dios por la caída de la humanidad. Por lo que el texto presenta una justificación para el discrimen y la exclusión. Desde esa interpretación la mujer pasa a ser vista como tentadora y provocadora de males. En otras palabras, Adán y los hombres de la época actúan de esta manera: “Dios tiene que resolver, yo soy la víctima, la mujer es la que incita.”
La subordinación de la mujer ante el varón viene como resultado de la interpretación de la caída. La desigualdad y la injusticia es producto del pecado, pero el discrimen hacia la mujer es resultado de esa interpretación que el contexto patriarcal en el que vivía el pueblo de Israel le dio al relato en un momento determinado, especialmente en el exilio. Antes del exilio a Babilonia la mujer tenía una participación más egalitaria. Aunque Israel vivía en un mundo patriarcal en ese entonces, su sociedad estaba informada por su fe y esta veía a la mujer con igualdad delante de los ojos de Dios, ya que conforme al relato primario de la creación tanto el hombre como la mujer son necesarios para reflejar esa imagen plena de Dios. (Gen 1:27).[2]
Tanto el hombre como la mujer son necesarios para reflejar esa imagen plena de Dios.
Sin embargo, en el exilio, lo sacerdotes comienzan a documentar la tradición litúrgica para no perder su identidad religiosa en el sincretismo Babilónico. En esa documentación encontramos los relatos del Génesis en los que se enfatiza en la sangre del sacrificio para redención de nuestros pecados. Por lo tanto, la sangre fuera del culto representaba impuresa y la mujer comenzó a ser excluída de la vida cúltica por su menstruación, y cada vez más segregada de la vida social.[3]
Aun así podemos ver las incongruencias entre los textos escritos en el exilio y los relatos previos a la monarquía cuando vemos a mujeres sirviendo como profetas en Éxodo 15:20; 2 Reyes 22:14-20, como jueces en Jueces 4-5, como reinas en 1 Reyes 19 y en 2 Reyes 11. Las vemos participando de la liturgia en Deuteronomio 16:13-15 y 1 Samuel 1-2, cosa que no pasó más luego del regreso de Babilonia. Algunas de las mujeres destacadas de ese periodo fueron, María hermana de Aarón (profetiza), las mujeres danzoras que acompañaron a María en la liturgia, Débora (jueza) y Hulda (también profetiza).
No se nos puede quedar la respuesta al llamado de las parteras en Egipto que salvaron la vida de Moises aunque tuvieran que mentir para lograrlo, la prostituta Rahab que logró entrar a la genealogía de Jesús en el NT, a Tamar y a Rut la Mohabita que también entró a la genealogía de Jesús. Esto de la genealogía es importante porque en el contexto patriarcal del judaísmo del segundo templo el linaje se carga por el Padre por lo tanto la intersección entre 4 formas de discrimen se redime en la genealogía de Jesús: mujeres, viudas, prostitutas y extranjeras son instrumentales en el linaje de Jesús, el Cristo.
Tampoco puedo dejar pasar a la Reina Vasti y a la Reina Esther. Vasti se negó a dejarse exhibir como un objeto sexual y así le abrió paso a Esther, a quien su propio tío le dice: “para este tiempo has llegado, para salvar a tu pueblo”. Eso es responder al llamado.
La monarquía y el exilio marcaron un antes y un después en la vida de la mujer en el judaísmo. Incluso Dios mismo le advirtió al pueblo a través de Samuel cuando le pidieron tener un Rey para parecerse a los demás pueblos de la tierra que los reyes: “tomará(n) también a su servicio a las hijas de ustedes, para que sean sus perfumistas, cocineras y panaderas.” (1 Sam 8:13)
Una de las características de los demás pueblos de la tierra que no puede imitar el pueblo de Dios es relegar a la mujer solo a la cocina o las tareas sexuales y reproductivas y empoderar al hombre para que se enseñoree sobre nosotras.
Imagino que ahora podemos entender mejor la oración que los Rabinos judios en el exilio dejaron en el Talmud de Babilonia para que los varones la recitaran diariamente:“Bendito seas Dios del universo que no me hiciste gentil, ni esclavo ni mujer.”
Ese era el pensamiento predominante después del exilio y Jesús precisamente murió por libertar a los esclavos, salvar al gentil y restaurar la dignidad de la mujer
“El Espíritu del Señor está sobre mí, (dijo Jesús leyendo a Isaías)Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;A pregonar libertad a los cautivos,Y vista a los ciegos;A poner en libertad a los oprimidos;A predicar el año agradable del Señor.”
Lc 4:18-19
Esto nos demuestra que no podemos leer la Biblia para discriminar. Encontrar la voz de Dios en medio del texto requiere de una acción responsable, de conocer la historia, los idiomas y la sociología de la época.
III. Los roles de género y el llamado de la mujer en el NT
Ahora, dando un salto a los evangelios vemos cómo Dios rescata a la mujer cuando la hace co-participe con él de la historia de la redención, a tal punto que José padre de Jesús, se menciona vagamente en los relatos de la natividad; sin embargo María abre los evangelios al aceptar la encomienda de Dios de traer al mundo a su hijo, tuerce la mano de Jesús para que comience a hacer milagros en Juan 2 y él, aunque protestando, hace lo que ella le pide; lo acompaña en su ministerio, es testigo de su muerte y resurrección y recibe el Espíritu Santo en Pentecostés junto a los demás discípulos y discípulas. De hecho, la llegada del Espíritu no se da hasta que están todos juntos.
Lucas nos presenta al ángel pronunciando la primera de las bienaventuranzas de los evangelios sobre María: “el Señor es contigo, bendita tu entre todas las mujeres… concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;” (Lc 2:28-33)
Más aún, Isabel su prima al verla le dice: “Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor.” (v43)
Y como si fuera poco María tiene la audacia de contestar con un himno, con unas palabras que revelan la grandeza del llamado y la misión:
“Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre,” (Lc 1:46-49)
De ahí en adelante Jesús vive desafiando los roles sociales y religiosos.
- En Juan 2 permite a su Madre María qué le diga qué hacer.
- En Juan 4 se sienta a hablar con una mujer samaritana (la primera evangelista de la historia), cometiendo 3 actos contra la tradición:
- hablar con una mujer que no era de su familia
- hablar con una mujer samaritana, porque para los judíos los samaritanos eran impuros
- hablar con una mujer que para la sociedad no era respetable porque había sido viuda o divorciada 5 veces. (esto es importante ponerlo en perspectiva, el texto dice que había tenido 5 maridos y que ninguno ya era de ella, pudo haber sido viuda, divorciada o estar viviendo de la prostitución. Es la mentalidad punitiva hacia la mujer la que nos hace decir que era prostituta por vicio, por pecadora, cuando el texto no lo especifique)
- Esta mujer es la primera evangelista conocida en el cristianismo: “Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?… Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.” Jn 4:28-29, 40-42
Jesús hizo muchos milagros y mandó a la gente a callar y no decir nada a nadie. Eso es lo que se conoce en Marcos como el secreto Mesiánico; si embargo a ella no le dijo que no hablara de él. Lo que ella hizo es evangelizar, es proclamar las buenas Nuevas de Jesucristo hijo de Dios.
Si Jesús no la detuvo no detuvo a la mujer samaritana, quienes somos nosotros para detener a alguien a responder afirmativamente a su llamado.
- En Juan 8 Jesús desafía los religiosos cuando manda en libertad a una mujer acusada de adulterio
- En Lucas 8 el evangelista nos habla de las mujeres que seguían a Jesús junto a los demás discípulos. Evidentemente en la época no les llamarían discípulas porque no era permitido que un Rabino enseñara a las mujeres, pero Jesús les permitía seguirle, escucharle y servirle.
- Entre estas mujeres se encontraba María de Magdala, la mujer que todos los hombres de la historia le han dicho prostituta solo porque el Papa Gregorio I dijo que lo era; pero en realidad lo que el texto dice es que Jesús la liberó de demonios, que pudieron haber sido enfermedades mentales o físicas que en ese entonces eran consideradas posesiones demoníacas.
- En Lucas 10 Jesús visita a Lázaro y sus hermanas Marta y María. Marta se molesta porque María no la ayuda en los deberes de la cocina porque estaba sentada con los discípulos escuchando a Jesús, cosa inconcebible en el judaísmo de la época. Y Jesús le contesta a Marta: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la mejor parte, la cual no le será quitada.”
- Finalmente, en Lucas 24 y los demás relatos de la resurrección las mujeres son las primeras que llegan a la tumba y ven y hablan con Jesús y el las envía a proclamar que él vive.
- Marta: recibe a Jesús y actúa de acuerdo a los roles de género y la hospitalidad de la época. La mujer sirve a los hombres.
- Su hospitalidad es característica de lo que el Dios de Israel espera que su pueblo hiciera con todo forastero. “No se olviden de ser amables con los que lleguen a su casa, pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles.” Hb 13:2
- Sin embargo, María: rompe los esquemas de la época y los roles asignados al género y aprovecha la apertura de Jesús a la inclusividad, porque la norma era que la mujer no se podía sentar a escuchar la enseñanza de los maestros de la Torá.
Jesús quiere sacar a la mujer de la cocina, darle un lugar de igualdad en los espacios sociales y religiosos.
Las propias mujeres tenemos que asumir una nueva visión de nosotras y de nuestros espacios y del reconocimiento que tenemos ante Dios.
Después de Jesús, algunos discípulos paulinos o tal vez el mismo Pablo, escribieron cosas muy difíciles de interpretar, que pertenecen a su contexto. Pero eso no debe ser regla para nosotros discriminar a nadie que ha sido creada a imagen de Dios. Y mucho menos cuando hablamos del llamado.
¡Si Jesús mismo envía a la mujer a proclamar que él vive, quién es el hombre para impedirlo!
Conferencia Virtual dictada el 30 de julio de 2021 en el simposio “Llamados por igual”, organizado por el Ministerio Transformadas y el Seminario Nazareno de las Américas.
[1] Oración de gratitud que los varones judíos deben recitar todos los días según el Talmud de Babilonia
[2] Metzger, Bruce M. Oxford. Illustrated Companion to the Bible. Oxford University Press. 2003.
[3] Ibid.
¡Gracias por su vista!