PALABRA DIARIA | Jesús gime por tí

Es una sensación muy poderosa para nuestro ánimo pensar que cuando más aislados nos sentimos de la gente, que cuando pensamos que no le importamos a nadie, Dios gime y suspira por nosotros; a la vez que nos encuentra en nuestra soledad para sanarnos.

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Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua; y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto. Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien.

Marcos 7:33-35

Recuerdo que hace varios años tuve la oportunidad de visitar la primera universidad para sordomudos en los Estados Unidos. Una de las cosas que me llamó la atención era el silencio. No se e scuchaba música, los televisores no tenían sonido y las personas que caminaban en grupos se comunicaban en lenguaje de señas. Me sentí aislada.

Las personas sordomudas tienen dificultad para comunicarse en una sociedad que se ha acostumbrado al ruido. Así que mientras el silencio es su espacio cómodo, a nosotros puede hacernos sentir aislados y nos incomoda.

¡Jesús siempre tan espectacular! Decide moverse a un lugar aislado con el hombre sordomudo que le trajeron para que le sanara; ir a un lugar donde compartiera con el sordomudo su propio estado de separación y silencio. Jesús siempre va a querer compartir contigo desde tu propia realidad, en tus silencios y cuando la vida te haya robado las palabras.

Allí en la intimidad de la experiencia de vida del sordomudo pasaron varias cosas. Jesús, ya identificado con el hombre y con su situación, le comparte su propio DNA, pone de su propia saliva en su lengua para que de sí mismo la lengua del mudo tenga sanidad. Luego levanta los ojos al cielo. Cada vez que Jesús mira al cielo sabemos que esta recurriendo al Padre y dando gracias porque Dios ya le ha escuchado. Cuando Jesús mira al cielo es una afirmación de gratitud porque tiene en su corazón le convicción de que Dios ya le ha concedido la petición pues: “Aún no tengo la palabra en la lengua, y tú, Señor, ya la conoces.” Sal 139:4 Y finalmente “gime”.

Dios gime por nosotros. Dios siente dolor por nosotros. El gemido de Dios es el anticipo del milagro. Dios se identifica con nuestro dolor, gime y suspira como señal de en sí mismo encarna nuestro sufrimiento. De ese gemido emana la palabra de sanidad.

El gemido de Dios es el anticipo del milagro.
De ese gemido emana la palabra de sanidad.

Dios abre nuestros oídos y desata nuestra lengua para que podamos integrarnos a una nueva vida de fe y de relaciones humanas. Estábamos aislados por nuestros problemas antes de encontrarnos con El, pero ahora estamos restaurados.

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¡Gracias por su vista!

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