Palabra Diaria | Sanando en casa

Por: Rvdo. Gerson Serrano

Por ya casi un año hemos sido llamados a mantenernos, lo más posible, en nuestras casas como medida preventiva y mientras esperamos por una recuperación global de la pandemia. Hemos creado conciencia sobre el cuidado de la salud propia y la de los demás. En los primeros meses la consigna más escuchada fue “quédate en casa”.

En el tiempo de Jesús las casas eran el lugar de cuidado para quienes enfermaban pues en aquel tiempo no existían los hospitales como hoy. Las personas que enfermaban de gravedad estaban en su casa, postrados en cama.

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Cuando salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre. Se lo dijeron a Jesús, y él se acercó, y tomándola de la mano la levantó; al momento se le quitó la fiebre y comenzó a atenderlos. Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, llevaron todos los enfermos y endemoniados a Jesús, y el pueblo entero se reunió a la puerta. Jesús sanó de toda clase de enfermedades a mucha gente, y expulsó a muchos demonios; pero no dejaba que los demonios hablaran, porque ellos lo conocían.

Marcos 1:29-34

El relato de hoy indica que Jesús extendió su compasión para sanar a la suegra de Simón-Pedro en aquel espacio privado del hogar. Jesús fue hasta su habitación, la tomó de la mano y la levantó. De inmediato ella regresó a la vida familiar y al servicio. Luego el pueblo entero se reunió frente a la casa, por lo que Jesús continuó sanando todo tipo de enfermedades. Se podría decir que allí surgió lo que nosotros llamamos una clínica.

La enfermedad en aquellos tiempos imposibilitaba a la gente de vivir vidas plenas. Por un lado, les afectaba en lo ordinario de su productividad, sustentarse o a su familia, y por otro lado el sistema de pureza declaraba impuro todo cuerpo enfermo. La sanidad que Jesús brinda es mucho más que la recuperación de la salud física. Esta sanidad es integral; restaura la totalidad de las personas y los devuelve a su vida plena.

El texto también refleja la manera en que comenzó a vivir la primera comunidad de creyentes y receptora de este evangelio. Sus casas se convirtieron en los lugares de reunión para la adoración y el servicio. La nueva comunidad de creyentes ejercía el ministerio de Cristo; recibiendo en las casas las personas que la sociedad había rechazado, aquellos en gran necesidad y también los enfermos. Siempre resaltamos aquella comunidad que partía el pan y la enseñanza, pero también fue la comunidad que tocaba las vidas frágiles y brindaba cuidado a los enfermos.

Por muchos años todas las denominaciones cristianas alrededor del mundo han realizado trabajos misionales concernientes a la salud. En Puerto Rico, a principio del siglo XX se abrieron clínicas, que hoy son hospitales, como producto del trabajo misional de la Iglesia. El legado no se limitó a lo concerniente a la salud, sino que también a la alfabetización y la educación. Tenemos como resultado, la Universidad Interamericana, fundada por el Rvdo. John Will Harris, en 1912, en San German.

Hoy nos ha tocado salir de nuestros templos y “quedarnos en casa”.

Sabemos que Jesús nos acompaña en nuestros hogares, pues aquí y allá está él continuamente mostrándonos su misericordia.

Jesús nos llama a ejercer el ministerio de la compasión, en casa y en todo lugar que sea posible. Porque en todo lugar o espacio que podamos congregarnos, compartir la Palabra, el Pan, la Copa y servir con amor, allí está la Iglesia de Cristo. Continuemos adorando y sirviendo mientras “sanamos en casa”.

*Agradecemos a los que contribuyen con reflexiones para hacer posible esta Palabra Diaria

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