¿Nunca se ha puesto a pensar cuántas personas alegan compartir nuestra misma fe cristiana, pero una vez que la Palabra proclamada les incomoda comienzan campañas de descrédito hacia los ministros o la iglesia? De acuerdo con el texto de hoy, a veces los demonios también se sientan junto a nosotros a escuchar la Palabra de Dios.
Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!”.
Marcos 1:21-28
En el contexto judío los enfermos o endemoniados eran considerados impuros, por lo tanto, no podían entrar al templo o la sinagoga. Las representaciones pictóricas de este pasaje y muchas predicaciones nos hacen creer que el hombre endemoniado estaba fuera de la sinagoga. Sin embargo, eso no es lo que dice el texto. “Había en la sinagoga un hombre poseído.”
Junto a los congregantes un hombre poseído por demonios había logrado pasar desapercibido. Lo que devela el carácter perturbador de este hombre es la Palabra llena de autoridad que proclamaba Jesús. “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros?” Es evidente que mientras los religiosos de la época enseñaban, los espíritus inmundos no se molestaban. Así continúa pasando hoy. La palabra que se acomoda a nuestros moldes y que arrulla nuestros oídos con la reafirmación de lo que deseamos escuchar muchas veces carece de autoridad.
La buena noticia de Jesús es aquella que incomoda porque pone al descubierto los agentes de maldad que viven en medio nuestro para destruirte y destruir el proyecto de Dios.
La Palabra de Dios, que es Jesús mismo, incomoda porque libera, porque es buena noticia para los que se encuentran atados por los males de este mundo. Ciertamente Jesús ha venido a destruir las fuerzas que nos atan y que aun desde dentro del pueblo de Dios se cuelan como cizaña entre el trigo o pequeñas zorras para echar a perder el huerto.
El evangelio de hoy nos abre los ojos a dos cosas: la presencia de organismos de opresión aun dentro de la iglesia, y la autoridad y voluntad de Jesús para liberarnos de esa opresión. Pero a su vez nos reta a predicar con autoridad, aunque para eso sea necesario incomodar los demonios que se sientan en medio nuestro y nos atormentan; demonios de injusticia, de discrimen, de desigualdad, de maltrato y violencia, de hipocresía y engaño, de rigidez y legalismo.
Estos demonios se estremecen con violencia cuando se confrontan con la Palabra de autoridad que les ordena callar. Por eso es importante que hagamos estremecer los instrumentos de opresión social, gubernamental y religiosa con la Palabra que libera. Así preparamos el camino para la llegada permanente del Reino de Dios.
Oremos: Señor, abre nuestros oídos a tu Palabra que incomoda los espíritus que en medio nuestro no nos permiten caminar en libertad. Permítenos escuchar y gozar de esa Buena Noticia que sane nuestras heridas, cure nuestra enfermedad, y nos conduzca a una vida plena. Libéranos Señor y danos la oportunidad de contribuir a que otros escuchen tu palabra con la autoridad de tu Espíritu para caminar juntos y juntas en la construcción de tu Reino.
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