Después de años tan duros como los que hemos vivido y los desafíos que estamos enfrentando, creo que no necesitamos más palabras rebuscadas e intelectuales para hablar de la fe.
Necesitamos conocernos unos a otros en nuestras luchas y nuestra fragilidad para hacernos hermanos.
“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.”
Filipenses 4:6-7
En mi vida he tenido temporadas en las que los problemas han sido más grandes que yo, de salud, de negocios y personales.
Me despertaba pensando en ellos y dibujando escenarios de posibles soluciones. Trababa de orar o leer la Biblia y no podía concentrarme. Eso mismo me sucedía durante el día y en las noches.
Un día me di cuenta que estaba perdiendo mi capacidad de darle a Dios el primer lugar en mi vida. Mis problemas se habían convertido en lo más importante.
Ese día entendí que tenía que poner más de mi parte. Tenía que parar, tenía que con mucha intencionalidad hacer el esfuerzo de conectar con Dios diariamente.
Comencé por adoptar una frase para empezar cada mañana.
Hoy te la regalo:
“Gracias Señor, por lo que tengo y por lo que me falta, y ayúdame a enfrentar este día.”
IVV
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