Vivimos una época en la que todos queremos decir algo y pocos queremos escuchar y aunque parezca que escuchamos, muchas veces nuestra mente esta distraída.
Nos da trabajo sentarnos a escuchar y ser escuchados y por eso llegamos a muchas conclusiones a veces erradas acerca de lo que las personas sienten o lo que verdaderamente necesitan.
Jesús nos enseñó que aunque creamos saber lo que el otro y la otra necesita, es importante escucharles, por eso sus palabras todavía se dirigen a nosotros para preguntarnos: “¿qué quieres que haga por ti?
Cuando lo tuvo cerca, le preguntó: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista. Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.
Lucas 18:41-42
Me encanta de este texto el vínculo entre escuchar y ver, entre preguntar y ayudar. El hombre que pide compasión recibe una respuesta inesperada, una pregunta sobre lo aparentemente obvio. Era ciego, así que lo lógico era que quisiera recobrar la vista.
Sin embargo Jesús lo quiere escuchar. Jesús propicia una conversación con nosotros porque lo que importa no es solo lo aparente, es también lo que llevamos dentro.
El hombre deseaba ser sano de su ceguera, y Jesús le da la vista y le salva. Jesús le sana de la ceguera y le salva de la situación de discrimen y exclusión social y religiosa a la que lo condenaba su enfermedad.
Hoy Jesús quiere entablar una conversación contigo, escuchar de tus propios labios qué quieres que el haga por ti. Y para tu sorpresa, no solo quiere darte lo obvio sino que quiere darte mucho más de lo que esperas.
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¡Gracias por su vista!