¿Alguna vez se te ha ocurrido que Dios puede cambiar de opinión? Pues mira que sí. Tu fe puede cambiar la opinión de Dios.
“Pero la mujer fue a arrodillarse delante de él, diciendo: —¡Señor, ayúdame!
Jesús le contestó: —No está bien quitarles el pan a los hijos y dárselo a los perros.
Ella le dijo: —Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Entonces le dijo Jesús: —¡Mujer, qué grande es tu fe! Hágase como quieres.
Y desde ese mismo momento su hija quedó sana.” Mateo 15:25-28
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Jesús trataba de descansar pero la gente que lo seguían buscando ayuda. Me imagino que de alguna manera estaría tratando de esconderse. Como hacemos muchos de nosotros cuando estamos extremadamente cansados. Así que se había retirado a un territorio donde él no era bien visto, ni los locales eran apreciados por los judíos. La tensión cultural y religiosa entre ambos grupos era muy grande.
Ahí lo interrumpió esta mujer cananea para pedirle que sanara a su hija. Mucha gente trata de excusar la respuesta áspera de Jesús. Sin embargo, yo prefiero creer que Jesús le contestó como todo un hombre de su época, lleno de prejuicios contra los samaritanos. Me gusta creerlo así, porque me permite ver cómo la fe, la reverencia, y la necesidad extrema de esa mujer, hacen que Dios amplíe el espectro y rompa con lo esperado en esa época. Dios acoge a los hombres y mujeres de otras traiciones religiosas en el proyecto del Reino y les hace recipientes de su favor.
Eso me hace sentir que la misericordia y el amor de Dios no tiene límites, que su bondad es para todos y que aquellos que deseen atribuir fronteras y condiciones al proyecto de Dios, se convierten en anti-cristos, saboteadores de la Buena Noticia.
No importa quién eres, de donde provienes, o cuál es tu necesidad, Dios no conoce fronteras ni impedimentos para obrar en favor tuyo, lo único que necesitas es fe.
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