Cuando mi hijo era pequeño fuimos a tomar clases de Bonsai. Es un arte que requiere mucha dedicación. Tengo mis reservas porque en algún momento me sentí como si estuviera alterando o limitando las posibilidades de la planta. Un árbol que puede llegar a tener 20 pies de altura convertido en una pieza de exhibición de unos 2 pies de altura. Sin embargo, el aprendizaje ancestral y sapiencial que obtuve de la experiencia fue suficiente para admirar el arte y poner a un lado mis preocupaciones. Una de las cosas que aprendí fue la importancia de la poda. Podar no es lo mismo que desganchar. La poda da forma, guía, fortalece. Cualquiera desgancha un árbol y con eso corre el riesgo de matarlo. Pero solo un experto, un artista, alguien que se preocupe, que conozca la naturaleza de la planta y que tenga en su mente una idea y un objetivo con ella, la sabrá podar. El dolor temporero de la poda se convierte en fruto y belleza, armonía entre los elementos. Tanto la poda como el desganche duelen. Sin embargo el dolor del desganche, y su consecuencia puede ser castrante y devastador.
«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. 2 Si una de mis ramas no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé más.» Juan 15:1-2
Cuando Jesús usa esta imagen para describir la relación de él y del Padre con nosotros, es importante tener en cuenta estas diferencias para poder entender apropiadamente. Hay procesos en la vida del ser humano que Dios puede utilizar para formarnos y potenciar nuestros dones y capacidades. Todo proceso de formación duele y tarda. ¡Que mucho duele! Duele creer, duele madurar; los procesos de aprendizaje duelen. Desarrollar los dones espirituales, duele. Lo interesante de este texto es que Dios identifica aquel o aquella que ya da fruto, y ve en él o ella el potencial para dar más y mejor; y por eso decide potenciar esa capacidad. Si en la vida los procesos de crecimiento emocional, físico o espiritual te han dolido y aun no vez fruto, ten cuidado de que no hayas caído en manos de un desganchador. Si los procesos te han dolido pero estás viendo frutos, y aun así estás impaciente, “[sigue unido a la vid] Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí.” Dijo Jesús.
Un día, después de mucho tiempo de podar uno de nuestros pequeños árboles de Bonsai, el maestro nos dijo que ya estaba lo suficientemente fuerte y maduro como para quitarle los alambres y verlo sostener por sí mismo la forma que le habíamos dado. Pienso que el árbol estaría feliz de sentirse relajado, como el niño o la niña a quien le quitan el yeso después de una fractura. Pero más felices estábamos nosotros al ver nuestro árbol de cara al sol, mostrando su potencial. Si así nos sentimos Juan y yo por un árbol Bonsai, cuanto más no sentirá Dios cuando su poda y nuestra humildad para dejarnos guiar, comienza a dar los frutos esperados.
¿A qué te has resistido y cuál es ese potencial que debes confiar en las manos del Señor para que pueda dar frutos?
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