Seguir a Jesús se trata de morir al yo. ¡Y cuánto duele! Sin embargo esta es la paradoja de la fe. La plenitud está precisamente en el vaciamiento de nosotros mismos para ser cada vez más semejantes a Cristo, quien “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse.” (Fil 2:6)
“El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.” Mateo 10:39
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Jesús, era en sí mismo la plenitud de Dios y sin embargo, no se aferró, ni a lo que tenía no a lo que era. Muchos de nosotros nos aferramos a a lo que somos, a nuestra herencia, a nuestro apellido, a nuestra historia familiar, aunque no poseamos grandes cosas materiales, nuestro honor proviene del ser, de quienes somos; el hijo de, el doctor, el ingeniero, la abogada. Otros somos en virtud de lo que tenemos, el carro, la casa, la cuenta de banco, las prendas.
Pero nada de eso da forma a nuestra identidad en Cristo. Seguir a Cristo es precisamente vaciarnos de lo que somos y tenemos y mirarnos en Cristo, espejo de Dios, para encontrar en el aquello digno de imitar: su forma de siervo. Servir es encontrar la plenitud de Cristo.
“Sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a nosotros.” (Fil 2:7)
El reto de este día está en poder nombrar a qué debo morir hoy para que Cristo tome el primer lugar en mi vida.
¡Que el Señor ilumine nuestros corazones para ser espejos de Cristo como El es espejo de Dios!
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IvelisseValentínVera 