Dios
irrumpe en nuestra historia asumiendo nuestra humanidad sin excepciones,
abandonando su gloria para vivir nuestra pobreza, nuestra necesidad, nuestros
temores, nuestro sufrimiento y hasta nuestra propia muerte. Irrumpió en un
momento histórico en el que la humanidad era víctima de un imperio déspota y
sanguinario; y Judea era víctima de un rey cruel, capaz de cometer cualquier
atrocidad para mantener su poder. En medio de esa terrible realidad Dios
irrumpe como un niño pobre, indefenso, perseguido y amenazado por los poderes
del imperio. ¡Que gran ironía!
Los
niños no tenían voz en la antigüedad y eran considerados ciudadanos de segunda.
Jesús provenía de una familia pobre y sin recursos, al punto que había nacido
entre animales domésticos, en un lugar que no era ni su casa, ni su pueblo. La
ironía de esta historia es que un Rey tan poderoso como Herodes temiera por su
reino y por su vida al escuchar hablar de este niño pobre, llamado Jesús. Para
nosotros desde la distancia histórica es fácil comprender que la mano de Dios
estaba sobre él y el propio temor de Herodes testificaría de la grandeza de la
misión de Jesús. Sin embargo, en ese momento no era tan fácil verlo así. A pesar de la maldad y el poder de Herodes, todas sus maquinaciones no pudieron
detener el propósito de Dios porque los planes de Dios, que siempre son de
bien, son más grandes que toda estrategia humana. Por eso, mirando la historia
de Jesús hoy, podemos estar seguros que todo lo que Dios disponga
para nosotros tendrá cumplimiento más allá de toda duda y de todo tropiezo.
Aun
a pesar de la persecución de Herodes, la revelación y el acompañamiento de Dios
salva al nuevo Moisés, que vendrá a salvar y libertar, ahora no a unos pocos,
sino a toda la humanidad. Así como a Jesús, Dios nos protege, y nos salva de
los Herodes de nuestra vida, que se levantan para entorpecer el propósito de
Dios en nosotros. Reflexionando
sobre la vida de Jesús, imaginando navegar las aguas en las que Jesús obró
milagros y enseñó una nueva ética de justicia y de compasión basada en el prójimo
que transformaría a la humanidad; mientras hilvanamos la historia con nuestro
propio caminar con Dios y nuestra propia historia personal, podemos reflexionar
sobre el propósito de nuestra vida y encontrar en los dichos, los milagros y
los hechos de Jesús un nuevo propósito para esta; y una reafirmación de
que Dios Padre nos acompaña, nos protege y nos salva, para que se cumpla en
nosotros su llamado como se cumplió en Jesús.
¡Así nos ayude Dios!
Lectura de referencia: Mc. 2:13-23
Excelente. Gracias. Dios te bendiga.