“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”. (1Cor 10:12)
Es muy triste escuchar discusiones y contiendas sobre quien será condenado y quien se salvará, sobre qué cosas nos llevarán al cielo o al infierno. Más triste aún es escuchar a quienes se convierten en administradores de la palabra de Dios con el subterfugio de que se preocupan porque las almas no se pierdan, sin embargo distan mucho de demostrar el amor, la misericordia y la justicia que fueron la base sobre la cual Jesús edificó su ministerio. Es más triste aún escuchar cómo se escogen textos bíblicos selectivamente de bando y bando para justificar agendas personales.
Les invito a reflexionar sobre un texto del evangelio de Juan que nos encanta predicar: ”Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eternal” (Jn 3:16); pero por alguna razón el verso que le sigue parece que se ha borrado de nuestras biblias: ”Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Jn 3:17). También les invito a evaluar cada texto bíblico a la luz de las palabras de Jesús.
Si hoy hemos podido pasar por el filtro de Sus palabras los textos del antiguo testamento y de las epístolas del nuevo, en los que prohíben a la mujer hablar en la congregación –porque Jesús mostró lo contrario al realizar el milagro de la bodas de Canaa por petición de María (Jn 2:1-12), y al enviar las mujeres a contar de su resurrección (Mc 16:1-11); si hoy podemos aplicar el filtro de las palabras de Jesús a la ley de apedrear hasta la muerte aquellos que cometen adulterio -porque Jesús señaló primero los pecados de los condenadores y no condenó a la acusada (Jn 8:1-11)-, por qué no se aplica el mismo filtro a otros casos de marginación, condenación e injusticias que imperan en pleno siglo XXI.
Me indigna la selectividad con la que se proclama lo que es bueno y lo que es malo. Me indigna que algunos piensen que son capaces de determinar quien ha de salvarse y quien ha de condenarse. Me indigna que no seamos capaces de ver la viga de nuestro ojo y sí la paja del ojo del otro y la otra, pero más me indigna que otorguemos valores a los pecados para poder defender los nuestros como faltas menores y los de los demás como pecados mayores que conducen a la condenación. (Textos para reflexión: Romanos 13:13; Gálatas 5:21)
Por si se nos ha olvidado, usted y yo solo somos instrumentos de barro, levantados por la gracia y la misericordia de aquel que nos llamó. Somos una voz que debe ser firme denunciando aquellos que apedrean con sus palabras y sus acciones a quienes no tienen voz. No hemos sido llamados a condenar porque ninguno de nosotros está por encima de la misericordia de Aquel que nos limpió con su sangre, Jesucristo, nuestro Señor.
“Ni yo te condeno” (JN 8:11), dijo Jesús.
Me encantó!!!!
Tremenda reflexión Ivelisse! Muchas bendiciones!