ME PERSIGUE UNA TORMENTA…

Hace exactamente una semana se supone viajaramos al estado de New York a llevar a nuestro hijo a estudiar a la universidad de Syracuse… ahí es cuando llega la tormenta.

“Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo:Pasemos al otro lado. Una vez despedida la multitud, se lo llevaron tal como estaba en la barca. También había otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento que echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal. Lo despertaron y le dijeron: ¡Maestro!, ¿no tienes cuidado que perecemos? Él, levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Entonces cesó el viento y sobrevino una gran calma.” (Mc 4:35-39)

En mi biblia llevo un pequeño bosquejo de un sermón sobre este texto bíblico. Hoy sentada frente al horizonte de una larga espera por el avión que me llevará de regreso a PR resistía las ganas de escribir y compartir la historia de lo que Irene a representado para mi y para mi familia, cuando recordé ese papelito. El propósito de ese bosquejo era un sermón funeral pero la realidad es que se aplica a cada momento de nuestra vida.

Les contare cual a sido mi experiencia con Irene y como se relaciona con ese bosquejo…

Llenos de alegría nos preparábamos para llevar a nuestro hijo Juan a estudiar a la Universidad de Syracuse en NY. De pronto una de las ráfagas de Irene se acercó a nuestra casa y trajo consigo los primeros vientos inesperados de enfermedad. Cuando todo era alegría y entusiasmo por la nueva vida, los planes e ilusiones que Juan tenia frente a si, así mismo como pasa con una tormenta tropical que llega inesperadamente y se mueve como quiere, cuando quiere y a la velocidad que quiere, nos dan la noticia que Juan tiene un disco de su espalda baja severamente herniado y que lo mejor debe ser operarlo y no ir a estudiar este semestre. Irene nos pego con una ráfaga de 130 millas por hora y nos tomó desprevenidos, sin tormenteras ni provisiones. De pronto miramos al lado y nos pareció ver a Jesus dormido en la barca.

De ahí en adelante comenzaron los preparativos para Irene y para enfrentar la tormenta de la enfermedad de Juan, ambos corrían de forma paralela… por un lado citas médicas y por otro velas, planta eléctrica, linternas, mucha lluvia, suspender el trabajo y esperar… ambos preparativos tenían en común una palabra difícil de obedecer: ESPERAR! Nuestro vuelo del lunes fue cancelado y no podíamos salir hasta el jueves. Las citas con médicos y consejeros para Juan en la universidad también tendrían que esperar… ESPERAR! esa parecía ser la palabra del momento. Y Jesus… será que todavía esta dormido en la barca?

Finalmente logramos salir a Syracuse, NY y para nuestra sorpresa Irene venia tras nosotros… una vez en nuestra primera parada en la ciudad de Orlando tuvimos que esperar más de 4 horas por nuestro próximo vuelo y Juan sintiendose cada vez más adolorido. Una vez en nuestro destino los caminos inclinados y las distancias que Juan debe recorrer para moverse de un lado a otro parecían ante nuestros ojos como gigantes que el pequeño David debería enfrentar, joven, delgado e inexperto. Jesus… será que todavía estas dormido en la barca?

Pues Irene decide seguirnos hasta NY y una vez más el clima se complica y mi vuelo es nuevamente cancelado. Finalmente puedo salir y me encuentro en una espera de sobre4 horas reflexionando sobre los vientos que nos han azotado. Recuerdo ese texto y me imagino a Jesús en medio de la tormenta. Allí en el mar de Galilea Jesús y sus discípulos enfrentaban una tormenta climatológica pero el Maestro les daría una leccion que podrian aplicar a las tormentas circunstanciales. En nuestra vida se presetan tormentas que nos azotan inesperadamente y que de pronto oscurecen el panorama y solo podemos escuchar el rugir del viento, despiadado, impredecible, destructor, incontrolable y temible. Entonces de la misma manera que los discípulos solo se nos puede ocurrir mirar al lado y reclamar a Dios que está dormido y no se da cuenta que perecemos. En ese momento de desesperacion el texto bíblico nos enseña que lo importante no es cómo o cuándo el Señor actuará, sino que está en la barca con nosotros. A través de muchas experiencias de tormenta en la vida he podido extraer de este texto que la pasividad del ser humano no es como la pasividad de Dios, que Su presencia, aunque pasiva, garantiza su acción. Los apóstoles en el relato se desesperaron y le reclamaron, y eso no está lejos de lo que cada uno y cada una de nosotras hacemos cada vez que nos vemos en medio de la oscuridad de tormenta y no parece haber ninguna señal de calma. Pero aun en medio de nuestra desesperación, el texto y la experiencia nos enseñan que ante la palabra viva de Dios la tempestad se calma. La palabra de Dios no está sujeta a nuestra desesperación, a nuestros reclamos, ni a lo grande o incontrolable de la situación. Su palabra viene en el momento propicio y de la forma propicia para calmar la tempestad.

Hoy, aun en medio de la oscuridad y aun enfrentando el mal tiempo dejado por el paso de Irene, aquí sentada en la barca con los apostoles, mirando el horizonte aun oscuro frente a mi, puedo percibir la calma. Se que mi Señor me acompaña, y aunque esté dormido, y la oscuridad no me deje verle cara a cara, no quiere decir que no está. Ahora que he dejado a mi hijo solo y enfermo, a cientos de millas de distancia y con los estragos en su cuerpo de los vientos de tormenta de una Irene que le azotó, solo puedo decirte mi Señor: LO UNICO QUE NECESITAMOS ES QUE PRONUNCIES LA PALABRA PARA QUE LA TEMPESTAD SE CALME!

¡Gracias por su vista!

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