Hace varios días miraba un filme muy emotivo llamado “The Stoning of Soraya M”. Recordaba mientras lo veía el famoso pasaje injustamente titulado “La Mujer Adultera” que se encuentra en el evangelio de Juan, capitulo 8. Mas bien este texto debería ser titulado “Los Acusadores”…
La película nos permite ver en un contexto contemporáneo la implementación de las costumbres antiguas de apedrear a las mujeres adulteras aun en nuestra época. Para muchos lo más impresionante del filme podría ser ver con nuestros propios ojos semejante acto de injusticia y violencia que toma lugar aun en estos tiempos modernos y señalar así otras culturas como inferiores y bárbaros que debemos condenar.
Pero me pregunto:
¿no somos nosotros perpetradores de barbaries aun mayores, cuando apedreamos con palabras, juicios, conjeturas, injusticias modernas aparentemente más civilizadas, a aquellos y aquellas que consideramos débiles ante el poder y la vileza de nuestra lengua y nuestros prejuicios?
¿Quienes son los apedreados y apedreadas del siglo XXI?
No quiero citar a nadie porque significa crear distinciones que no soy quien para hacer. Pero nuestra sociedad sigue señalando y apedreando injustamente no solo a quienes no se conforman a la norma sino a aquellos o aquellas que se levantan a defender los derechos de aquellos a quienes se les ha privado de los mismos.
La mujer que el evangelio de Juan presenta como adultera fue expuesta al apedreo y al juicio por adulterio. Hoy, como a esa mujer, muchos y muchas son expuestos a apedreos emocionales y sociales que les llevan a muchos tipos de muerte… lastimamos su alma y su autoestima, herimos irremediablemente su dignidad y limitamos sus posibilidades de desarrollo profesional, personal, familiar y hasta ministerial. Nuestro sentido de superioridad para establecer juicios adueñándonos de la palabra de Dios para validar nuestras preferencias nos lleva a cometer atropellos que distan mucho de moral, civilizados y mucho menos cristianos.
Nos hemos hecho ciegos ante las obras y palabras de Jesús, aplicamos nuestros énfasis en lo que se acomoda a nuestras preferencias sin medir las consecuencias para los demás. Nos olvidamos que en el pasaje de “Los Acusadores” (Jn 8), aun cuando la historia señala que la mujer habia sido sorprendida en el acto mismo de adulterio, la pregunta que Jesús hizo no fue ni siquiera a ella, fue a los sacerdotes (a los que a nuestro juicio deben vivir una vida dedicada a la justicia) y les dijo: “el que este libre de pecado que sea el primero en apedrearla”. A ella no la excluyó, no la condenó, ni le cuestionó su pecado, solo le contestó: “donde están los que te acusan, ninguno te condenó, pues ni yo te condeno, vete y no peques más”…
Nos encanta dar vueltas e interpetaciones alrededor de esas ultimas 5 palabras: “vete y no peques mas”… pero la realidad es que Jesús no la condenó y ella ni siquiera le había pedido perdón por lo que había hecho y mucho menos cuestionó sus acciones o la veracidad de la acusación. La libertad que Jesús le dio a la mujer cuando le dijo “todos se han ido, yo tampoco te condeno, vete…” no estaba condicionada a que ella le pidiera perdón o a que ella no volviera a pecar, tampoco le importaba cuestionar el suceso… JESUS LA AMO PRIMERO, LA LIBERTO PRIMERO, LA PERDONO PRIMERO. Lo que ella hizo después no lo sabemos… PORQUE ESA ES LA NATURALEZA DE NUESTRO DIOS… AMAR PRIMERO, SANAR PRIMERO, LIBERTAR PRIMERO, RESTAURAR PRIMERO, PERDONAR PRIMERO… SIN CUESTIONAR!!!
Hoy existen muchas armas para apedrear y matar y una de las peores es nuestra lengua, producto del prejuicio y la difamación. Reflexionemos sobre las verdaderas motivaciones de nuestro corazón antes de apuntar hacia el débil o hacia el que no tiene voz para defenderse. Una sociedad que se enorgullece en llamarse cristiana debe a su vez actuar conforme a los valores de esa fe, siguiendo el ejemplo de Jesús, AMAR SIN CONDENAR: ¡¡¡”ni yo te condeno”!!!
¡Así nos ayude Dios!
¡Gracias por su vista!