A los hijos no los podemos hacer responsables de nuestros problemas, pero tampoco los podemos mantener aislados de la realidad. Cuando juntos enfrentamos los problemas, juntos vivimos la bendición de Dios.
A los hijos no los podemos hacer responsables de nuestros problemas, pero tampoco los podemos mantener aislados de la realidad. Cuando juntos enfrentamos los problemas, juntos vivimos la bendición de Dios.