¿Cuántas veces has dicho “Dios ayúdame, Dios ten compasión de mi?
Hay momentos en la vida en los que los problemas, enfermedades y las situaciones inesperadas nos hacen clamar con desesperación esperando la intervención de Dios, porque con nuestros propios recursos no podemos cambiar las cosas.
Y llegó a una aldea, donde le salieron al encuentro diez hombres enfermos de lepra, los cuales se quedaron lejos de él gritando:
Lucas 17:12-14
—¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!
Cuando Jesús los vio, les dijo:
—Vayan a presentarse a los sacerdotes.
Y mientras iban, quedaron limpios de su enfermedad.
Los hombres que tenian una enfermedad que para aquel tiempo era incurable nos representan a nosotros hoy. Los 10 leprosos son el prototipo de tantas situaciones que nos aquejan para las que no hay solución.
Aunque ya la lepra no es una de ellas, hoy lo es el COVID, el cancer, Parkinson, Alzheimer y tantas otras enfermedades; así como muchas situaciones económicas, familiares y sociales para las que parecería no haber solución.
Uno de los detalles importantes de este relato es que entre los enfermos habian tanto judios como samaritanos. Esto quiere decir que a pesar de sus diferencias de religión y nacionalidad, a todos los unía la enfermedad, y todos en su necesidad común claman al unísono a Jesús buscando ayuda.
Es importante que nos mantengamos unidos a pesar de nuestras diferencias y que busquemos el auxilio de Dios apoyándonos los unos a los otros.
Las dificultades se superan mejor cuando las enfrentamos acompañados. En nuestro grito de angustia Dios no hace distinción, nos ayuda a todos por igual.
La ayuda que Jesús les ofrece requiere de fe para caminar aun cuando no hemos visto el milagro.
Los hombres le creyeron a Jesús y se dirigieron a los sacerdotes, aun sabiendo que no serían bien recibidos a causa de su enfermedad. Ese acto de fe y de confianza desató el poder de Dios para sanarles.
Hoy es un buen día para caminar en fe, aunque aun no podamos ver el milagro.
Aunque parezca que el futuro hacia el que caminamos es hostil o que no vemos cambios ni salida, clamar a Dios a voz en cuello y continuar caminando en nuestra vida de fe sin claudicar, desatará el poder de Dios para salvarnos, sanarnos y restaurarnos.
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