¿Serias capaz de arriesgar tu reputación por Jesús?

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Hace unas semanas leí este título en un artículo de una revista de internet dirigida a pastores. Inmediatamente pasé la página y resistí la curiosidad de leerlo. Me pegó. Me pegó fuerte. Me sentí cobarde, hipócrita, deshonesta conmigo misma y sobre todo con Dios ante tantas oportunidades en las que he puesto mi reputación por encima de mi llamado.

Hoy sin embargo siento que he comenzado a caminar por un sendero de mayor libertad y paz. Si bien es cierto que en ocasiones debemos pensar en el bien mayor y eso requiere una medida de aceptación y dialogo con ideales que no son los nuestros, también es cierto que nuestro llamado como cristianos y cristianas requiere un compromiso incondicional con la justicia, la misericordia y la compasión que va mucho más allá de nosotros y nosotras mismas, de lo que creemos, preferimos o deseamos.

Me pregunté en ese momento si estaba siendo capaz de arriesgar mi vida por el evangelio, que para mi no es ni más ni menos que la búsqueda de bienestar del otro y la otra aun a costa del mío propio, a través de su encuentro con el Jesús de la Buena Noticia. En esa reflexión me confronté con una verdad difícil para muchos de nosotros y nosotras: no siempre lo que yo creo que es el camino al bienestar del otro, es realmente lo que esa persona necesita para ser plena y feliz. Mi entendimiento bíblico-teológico me dice que todos necesitamos restaurar nuestra relación con el Ser Supremo para estar completos, pero el medio, el camino y los métodos para lograrlo no son necesariamente los que en mi carácter personal pueda considerar apropiados.

En esa reflexión me he visto a veces silente, temerosa y cohibida ante las injusticas del sistema eclesial, ante la difamación, la mentira, las fobias y odios disfrazados de ortodoxia religiosa. Por mucho tiempo me he visto callando, organizando mis pensamientos para encontrar una justificación de lo injustificable.

De pronto me vi aterrorizada ante lo que la gente podría decir de mi por lo que creo o proclamo que es nuestro llamado a la misericordia, a la justicia y a la compasión. Misericordia, justicia y compasión son palabras que hoy parecen haber perdido su verdadero significado y la gente las interpreta solo asociándolas a sus propias fobias o anti-fobias que a su vez se convierten en nuevas fobias, unas de derecha y otras de izquierda.

Me encontré secuestrada y me di cuenta que arriesgar mi reputación por Jesús es mi deber y compromiso; que el deber y compromiso de Dios es acompañarme.

Hoy me siento acompañada. 

 

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Lupa Protestante
Vicios, Virtudes y Valores

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