Conciencia Colectiva: Explorando la santidad social y la Justicia

Conferencia para: 2025 Wesley Center Conference, Northwest Nazarene University

“El evangelio de Cristo no conoce otra religión que no sea social; ninguna santidad que no sea santidad social.” (Prólogo a Himnos y Poemas Sagrados, 1739). Sabemos muy bien que esta es una cita de Juan Wesley.

Pero, ¿qué significa la santidad social desde el marco de una conciencia colectiva como imperativo inherente al cristianismo?

Como Nazarenos no podríamos entender plenamente nuestra doctrina de la santidad sin hablar de Imagen de Dios como concepto teológico. Este debe ser nuestro punto de partida para esta conversación. Podemos hablar de la Imagen de Dios en el ser humano creado desde dos principios fundamentales, desde la imagen perdida y distorsionada por el pecado tras una violación voluntaria, o desde la imagen restaurada en el misterio de la santidad que se vive tras la redención en Cristo. Me refiero a la santidad como parte del Misterio Divino porque la vivimos mientras estamos aún contenidos dentro de la naturaleza pecadora de nuestra humanidad.

Hay quienes construyen el concepto de santidad desde una antropología negativa. Un conjunto de reglas y obras para no pecar. Pero hay quienes como Wesley, Dunning, Magallanes, Bangs y González, entre otros, lo hacen desde la antropología positiva de lo que ha sido devuelto y restaurado en nosotros, las características y cualidades inherentes a Dios, amor, bondad, misericordia, justicia, paz y perdón. Esto rescata “el significado del hombre creado a imagen de Dios del peso agustiniano extremo que considera al humano totalmente depravado” (Bangs, 118). Resumiendo muy brevemente a Wesley, podríamos decir que la santidad es la imagen de Dios grabada en el corazón, la mente de Cristo ahora en nosotros y el amor continuo y agradecido a Dios.

Por eso el ser humano santificado es impulsado por esa Imagen de Dios y no por el pecado. El pecado es la sombra de lo que éramos y la amenaza de lo que está latente. La imagen de Dios es la fuerza vibrante dada por el Espíritu para poder vivir en imitación a Cristo. En esta imitación no se puede vivir persiguiendo ningún objetivo que implique egoísmo, individualismo, injusticia y todo lo que sea una antítesis del Amor (en mayúsculas). Por eso la santidad social está inseparablemente conectada a la imagen de Dios. No se puede ser santo si no se piensa y se vive para el bien común, sobre todo fuera de nuestras comunidades de fe. Ahí es donde damos testimonio de Cristo para que otros crean. 

El ser humano santificado es impulsado por esa Imagen de Dios y no por el pecado. El pecado es la sombra de lo que éramos y la amenaza de lo que está latente. Mientras que la imagen de Dios es la fuerza vibrante dada por el Espíritu para poder vivir en imitación a Cristo.

Por eso, hablar de santidad social no solo se refiere a la santificación personal, sino también a la forma en que los creyentes viven su fe en relación con los demás. Para ilustrar este concepto, podemos usar el Padre Nuestro como modelo teológico de santidad social. En esta oración, Jesús establece una serie de principios fundamentales:

  1. Dimensión Colectiva: La expresión “Padre nuestro” resalta la dimensión colectiva del cristianismo en relación con un mismo Padre,, en contraste con una espiritualidad individualista.
  2. Dimensión Escatológica: “Venga a nosotros tu reino” expresa la dimensión escatológica que se vive en un reino en el aquí pero todavía no, la tensión entre la realidad presente del Reino de Dios y su plenitud futura, donde el rey es nuestro padre .
  3. Dimensión Redentora: “Perdona nuestros pecados como nosotros perdonamos” enfatiza la dimensión redentora que supera el problema sistémico del mal al asumir una responsabilidad colectiva sobre el pecado.

Jesús en la oración que conocemos como el Padre Nuestro comienza por cambiar el paradigma de quién es Dios y cómo nos relacionamos con el, pero eso tiene como resultado el cómo nos relacionamos los unos con los otros y las otras. Jesús nos presenta a Dios como un Padre común para toda la humanidad. Karl Barth, escribe en un pequeño panfleto sobre el Padre Nuestro que este énfasis plural de la oración puede interpretarse de cuatro maneras:

  • Somos hermanos y hermanas de Jesús porque tenemos el mismo padre.
  • La forma plural de la oración incluye toda la humanidad, creyentes y no-creyentes. De esta manera cuando un cristiano o una cristiana oran en plural incluyen a toda la humanidad en su oración.
  • Toda una comunidad es transformada, unida en solidaridad.
  • Aquellos crucificados con Jesús conocen la profundidad del mal, por eso es imposible vivir lejos de la gracia de Dios.

¡Es su gracia lo que nos salva!

La conexión entre Barth y Wesley es evidente en su comprensión de la gracia y la salvación. Wesley afirmó que la salvación–abro la cita, “no es apenas una liberación del infierno o ir al cielo; sino una libertad del pecado, restauración del alma a su salud primitiva… una recuperación de su pureza divina; la renovación de nuestras almas en la imagen de Dios, en justicia y santidad verdadera, en equidad, misericordia y verdad.”–cierro la cita. (Obras, VII, 47-48)

Si creemos esa definición de salvación de Wesley, entonces tenemos que creer que la salvación no es individual, por lo tanto la santidad no es individual, porque Wesley también ha dicho que santidad y salvación son sinónimos (Obras, VII, 47-48). Esto implica que la santidad y la salvación son realidades colectivas, no solo individuales.

La santidad cristiana es inherentemente comunitaria. Los creyentes crecen en santidad a través de sus relaciones, actos de amor y participación activa en la comunidad de fe. Tom Noble nos dice que la santificación es un proceso de perfeccionamiento en el amor y que este proceso no es sólo un esfuerzo individual, sino que involucra a toda la comunidad de creyentes que crece junta a la semejanza del Dios Trino.

Por lo tanto, la santidad no es solo una búsqueda espiritual individual, sino que debe vivirse en comunión con los demás, a través de actos de misericordia, solidaridad y responsabilidad colectiva.

Desgraciadamente vivimos en una era dominada por una visión individualista del progreso y la salvación del ser humano que se engendra desde los modelos de progreso económicos capitalistas. Como muy bien menciona David Busic en su libro La Ciudad, en un momento histórico particular “el individualismo emergió como un ethos impulsor del pensamiento estadounidense” (cierro la cita). Este pensamiento nos ha alejado del verdadero significado de la santidad social como obra de salvación colectiva. Como continua diciendo Busic en su libro–abro la cita “se ha creado una dicotomía dentro de la mente evangélica norteamericana en la que tenemos dos tipos de cristiandad, la que busca salvar almas para el cielo y los que buscan cambiar las estructuras sociales” (cierro la cita). Como producto de esta dicotomía hemos limitado la santidad social a una capacidad mayormente formativa: para formar al individuo y las comunidades para reflejar el amor de Dios y poder alcanzar la vida eterna. Mientras que hemos dejado la capacidad transformadora de la sociedad, en esa dimensión colectiva, a los movimientos de justicia social, convirtiendose ellos en la fuerza que promueve las reformas sistémicas sociales. Sin embargo, aunque los movimientos de justicia social pueden existir sin santidad social, porque no necesitan nacer exclusivamente de la fe cristiana, la santidad social inherentemente tiene en su ADN la búsqueda de la transformación colectiva. Por eso, no existe ninguna santidad que no sea social.

Al respecto nos dice el teólogo Wesleyano Hugo Magallanes (abro cita) “para Wesley los aspectos sociales de la perfección cristiana son inseparables e igualmente importantes que los personales; también hay que notar y enfatizar las implicaciones sociales de la perfección cristiana como parte esencial e integral de la vida del creyente” (cierro cita). La santidad social y la justicia social no deben ser caminos opuestos o metas distintas, sino complementarios.

  1. Sin santidad social, la justicia social puede volverse puramente política, sin una base espiritual.
  2. Sin justicia social, la santidad social corre el riesgo de volverse pasiva y desconectada del sufrimiento del otro y la otra.
  3. La teología wesleyana enseña que la santidad personal debe extenderse a la transformación de la sociedad, llamando a los creyentes a practicar tanto la misericordia como la justicia.
  4. La santidad social trata sobre convertirse en semejanza a Cristo a través del amor y el servicio al prójimo en comunidad.
  5. La justicia social trata sobre hacer que la sociedad se parezca más al Reino de Dios, abordando la injusticia, anticipando su llegada.

Vemos aquí que el ethos de los movimientos de justicia social de la búsqueda de la equidad, igualdad y el cambio de las estructuras sociales para una vida plena para todo ser humano, no es contradictorio al entendimiento de santidad social albergado por Wesley. Aunque la santidad social se centra en la transformación personal en un contexto comunitario ambos buscan la transformación colectiva que es en realidad la finalidad salvífica en el plan redentor de Dios para la creación. Así lo menciona el apóstol Pablo “porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Rom 8:21).

Por eso, propongo que un entendimiento apropiado de la santidad social, utilizando como marco teológico la estructura del Padre Nuestro: (1) dimensión colectiva (2) escatología y (3) redención, nos podría ayudar a unificar los conceptos de santidad social y justicia social para restaurar la dimensión salvadora integral de la fe cristiana.

Al reconocer la pluralidad del Padrenuestro, quienes oran llevan la naturaleza inclusiva del Reino de Dios a sus comunidades y prácticas. A través del Padrenuestro, las luchas del pueblo se convierten en las luchas de Dios. En Jesús, ese dios desconocido asume un rostro humano y participa con su pueblo como familia. La solidaridad colectiva que es intrínseca a los miembros de la familia ahora se extiende a los demás. A través de actos de solidaridad, el Reino de Dios, nuestro Padre, se hace presente en medio de nosotros para el bien común.

Karl Barth nos dice que la segunda petición del Padrenuestro “venga a nosotros tu reino”, reconoce algo que ya existe. Los cristianos oramos pidiendo el Reino de Dios porque sabemos que es real, anticipado en Jesús y presente donde se proclama el Evangelio. Este reino es el reino del Padre, de nuestro padre. El rey no es un dictador ni un gobernante injusto, es nuestro Abba.

Pedir el Reino del Padre se basa en una realidad que se hace más cercana a medida que quienes oran se unen en una expectativa común y como parte de la misma familia. Este reino es nuestra herencia familiar porque es de nuestro padre. Hay un sentido de propiedad de este reino dado a los pobres, a la gente de color, a los enfermos, a las mujeres y a los niños. Venga tu reino es el grito de quienes esperan en el dolor y el sufrimiento. “Por eso, cuando decimos ‘venga tu reino’, no estamos pidiendo ir al cielo. Estamos gritando para que el Reino de Dios se haga realidad entre nosotros, para que venga su justicia, para que se imponga su dominio en el mundo” (José Antonio Pagola), y añado, para que vivamos en santidad.

La forma plural de la oración permite a quienes oramos reconocer la condición de pecado como común a todos y todas “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom 3:23). Alejarse de la pluralidad e inclusividad del Evangelio es una forma de maldad que lleva a las personas hacia dinámicas de poder, de egoismo y pecado sistémico. Resistir la tentación a través de la oración desafía a estas fuerzas del mal mediante el empoderamiento que surge de una conciencia colectiva de quienes somos hermanos y hermanas en la familia de Jesús.

Pedir ser liberados del mal es confiar en su voluntad, confiar en su provisión diaria, perdonarnos unos a otros y evitar el individualismo. Cuando el mal no prevalece, el reino ha llegado, su voluntad se ha hecho, su nombre ha sido honrado. El triunfo de su reino sobre el mal es justicia y libertad, es santidad, es salvación para todos y todas. Así la oración del Padre Nuestro como praxis de santidad social es un modelo esencial para la formación y transformación del individuo en comunidad y para el proceso liberador de las estructuras del pecado sistémico.

La santidad social no es una opción, sino la esencia del cristianismo viviente, un llamado a reflejar el amor de Dios a través de la transformación de la sociedad.

Aunque el compromiso con la santidad social requiere una participación activa en la búsqueda de la justicia, la santidad social no se trata simplemente de realizar buenas obras, sino de ser transformados por la gracia de Dios para vivir en amor y justicia en el mundo y con el mundo. Por eso nuestra tradición Nazarena afirma que la santidad es inherentemente social, lo que significa que la transformación personal debe conducir a un impacto social. La transformación espiritual debe conducir necesariamente al compromiso social y al servicio a los demás. La salvación/santificación deben producir una vida ética, afirmando que la santidad personal debe demostrarse a través de acciones que promuevan el bienestar de los demás, particularmente de aquellos crucificados por la sociedad.

En momentos tan difíciles en el mundo y en nuestra nación, vivir la santidad social requiere una negación del individualismo, una reafirmación de nuestra hermandad en Cristo con toda la humanidad, un compromiso con la lucha contra la pobreza, la reconciliación racial, la construcción de la paz y la vida ética, instándonos unos a otros a oponernos a los sistemas de opresión y a defender la dignidad humana.

La santidad social no es una opción, sino la esencia del cristianismo viviente, un llamado a reflejar el amor de Dios a través de la transformación de la sociedad.

January 31, 2025 “Holiness: Celebrating God’s Transformation of People and the World”


FORMATO PARA ESTUDIO BÍBLICO

Estudio Bíblico para Adultos: La Santidad Social en la Tradición Wesleyana/Nazarena

Tema: Conciencia Colectiva: Explorando la santidad social y la Justicia
Teto clave:“El evangelio de Cristo no conoce otra religión que no sea social; ninguna santidad que no sea santidad social.” (Prólogo a Himnos y Poemas Sagrados, 1739)

I. Introducción: La Imagen de Dios y el Pecado

La santidad social no puede entenderse sin considerar el concepto teológico de la Imagen de Dios en el ser humano. Podemos hablar de la imagen de Dios desde dos aspectos: la imagen perdida y distorsionada por el pecado y la imagen restaurada por la redención en Cristo. Pero nuestra tradición Nazarena privilegia la segunda considerando la teología de la gracia como fundamento.

El pecado ha oscurecido la imagen de Dios en la humanidad, llevando a la injusticia, el egoísmo y la corrupción sistémica. Sin embargo, la santidad no se basa solo en evitar el pecado, sino en permitir que la gracia de Dios restaure en nosotros su imagen divina. Wesley enfatizó que la santidad es la “mente de Cristo en nosotros”, un amor continuo y agradecido a Dios, que nos impulsa a vivir en comunidad y justicia.

II. Desarrollo del Tema: Dimensiones de la Santidad Social

El estudio del “Padre Nuestro” nos ayuda a entender tres dimensiones clave de la santidad social:

  1. Dimensión Colectiva
    • “Padre nuestro” (Mateo 6:9) nos recuerda que somos parte de una comunidad de fe y que nuestra relación con Dios no es individualista, sino compartida.
    • Karl Barth sugiere que esta oración incluye a toda la humanidad, creyentes y no creyentes, llamándonos a la solidaridad.
  2. Dimensión Escatológica
    • “Venga tu reino” (Mateo 6:10) nos llama a anticipar el reino de Dios en la tierra, trabajando activamente por la justicia y la equidad.
    • Wesley enseñó que la salvación no es solo ir al cielo, sino la renovación del alma en la imagen de Dios, lo que nos impulsa a transformar la sociedad.
  3. Dimensión Redentora
    • “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos” (Mateo 6:12) enfatiza la reconciliación y el compromiso con la restauración del prójimo.
    • La santidad no es solo personal, sino también colectiva: implica oponernos a los sistemas de opresión y buscar la dignidad de todos.

III. Santidad y Salvación como Realidades Colectivas

Juan Wesley afirmó que “santidad y salvación son sinónimos”. Esto significa que la salvación no es solo una experiencia individual, sino un proceso de restauración comunitaria. Si la salvación implica la renovación de la imagen de Dios en nosotros, entonces la santidad no puede ser un asunto privado, sino una realidad compartida y vivida en comunidad.

La responsabilidad colectiva es clave en la santidad social. Tom Noble señala que la santificación es un proceso de perfeccionamiento en el amor que involucra a toda la comunidad de creyentes. No podemos crecer en santidad sin relacionarnos con los demás, sin ejercer justicia y misericordia dentro de nuestra sociedad.

IV. Santidad Social y Justicia Social: Formación y Transformación

La santidad social no solo busca la formación del carácter cristiano, sino también la transformación de la sociedad. Según Hugo Magallanes, “para Wesley los aspectos sociales de la perfección cristiana son inseparables e igualmente importantes que los personales; también hay que notar y enfatizar las implicaciones sociales de la perfección cristiana como parte esencial e integral de la vida del creyente”.

Este equilibrio entre formación y transformación nos ayuda a comprender que:

  • La santidad social es el proceso de formar comunidades que reflejen el amor de Dios.
  • La justicia social es el impacto transformador que estas comunidades tienen en el mundo.
  • Sin santidad social, la justicia social corre el riesgo de volverse puramente política, sin una base espiritual.
  • Sin justicia social, la santidad social puede volverse pasiva y desconectada del sufrimiento del prójimo.

La tradición wesleyana nos llama a unir estos dos aspectos para restaurar el significado integral de la fe cristiana.

V. Aplicación Práctica

  • Vivir la Santidad Social: Reflexionar sobre cómo nuestras acciones impactan a la comunidad y a los más vulnerables.
  • Compromiso con la Justicia: Identificar formas concretas de promover la equidad y la paz en nuestras comunidades.
  • Acciones de Misericordia: Buscar oportunidades para servir a los necesitados, practicando el amor y la compasión.

VI. Preguntas para la Discusión

  1. ¿Cómo entiendes la relación entre santidad y comunidad?
  2. ¿De qué manera la oración del Padre Nuestro nos llama a una santidad social?
  3. ¿Cuáles son algunos desafíos para vivir la santidad social hoy en día?
  4. ¿Cómo podemos reflejar la imagen de Dios en nuestras interacciones diarias?
  5. ¿Cómo podemos restaurar la imagen de Dios en nosotros a través de la justicia y la solidaridad?
  6. ¿De qué forma la santidad social y la justicia social pueden complementarse?

Conclusión

La santidad social es esencial para la vida cristiana. Como enseñó Wesley, no podemos ser santos si no vivimos para el bien común. Ser santos es reflejar el amor de Dios en justicia, misericordia y compasión, transformando nuestras comunidades en espacios del Reino de Dios. La santidad no es solo una cuestión personal, sino una restauración colectiva de la imagen de Dios en la humanidad, lo que nos llama a una vida de servicio y justicia.

Oración Final: “Señor, ayúdanos a vivir en santidad social, reflejando tu amor en nuestras acciones diarias y trabajando por la justicia en nuestras comunidades. Amén.”

¡Gracias por su vista!

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